dimarts, 12 de febrer del 2013

DINERO B



Ya han llegado llovido las primeras críticas sobre el blog. Bienvenidas (que hablen aunque sea mal de mí) y justificadas. Un comentario en el grupo de Facebook mantenía que la escuela no es más que un reflejo de la sociedad. Yo, por llevar la contraria, pienso que la sociedad es un reflejo de la escuela. A las pruebas me remito.

Anda el país traqueteado con los casos de corrupción. Voces farisaicas claman por la limpieza del sistema a la vez que meten la mano en la bolsa sin rubor. Y un servidor se lo mira todo con cierto escepticismo. Son muchos años los que llevo estudiando el arte de copiar de mis alumnos, observando detenidamente sus caras y sus gestos en los exámenes, valorando sus excusas cuando los pillo in fraganti, interpretando las reacciones de padres, colegas de profesión y servicios psicopedagógicos. Las mejores explicaciones las encuentro cuando buceo en mí, yo fui un día uno de ellos, muchos de los profesores que sermonean sobre el execrable hecho también se hicieron sus buenas chuletas (y no de cordero precisamente). Nadie está exento de las tentaciones de la carne (equívoco bien buscado). Somos proclives a buscar atajos para llegar al lugar deseado (aprobado, enriquecimiento) sin pasar por el calvario (estudio, currar como un poseso), el problema son las consecuencias (cateado, prisión). La corrupción tiene tantos filos que no es conveniente analizarla a la ligera. Hay corruptos porque hay corruptores. Hay corruptores y corruptos porque en la sociedad tiene predicamento burlar la ley y ser un listillo. En la escuela no lejos de estar mal vistos los copiones se les ensalza por haberse quedado con el profe que no se entera de nada. Si te pillan, en el cole pasas a la condición de pringao, los mismos que te encumbraron ahora te señalan con el dedo. Igualito que en la sociedad donde el escarnio público es la pena más dolorosa. Cómo pudo ser capaz de…
A estas alturas tal vez veo más útil el debate intelectual que el moral. Andaba yo buscando una metáfora para explicarles a mis criaturitas de tercero de ESO lo que es el dinero B (dinero negro). Amante del aprendizaje significativo rebusqué en su propia realidad. A principio de curso estudiábamos los países y sus capitales con un programa informático que al final del juego me ofrecía una puntuación que yo convertía en nota. Al pasar los días comprobé con estupor que los más tarugos obtenían la puntación máxima. Hacienda (el profe) sospecha del enriquecimiento injustificado (eh, duque empalmado). Miro la declaración de renta de los susodichos y es muy irregular (los exámenes en papel registran en muchos casos un cero patatero). Envío a los inspectores a revisar el programa (busco soplones) y descubro que hay una posibilidad de trucar la puntuación del programa informático. Estos alumnos míos son muy poco receptivos a broncas y sermones, se han inmunizado, es por ello que fragüé una estrategia que les calara más. Les aprobé la evaluación (grito en el cielo de los puristas), les dejé jactarse delante de sus compañeros de su pericia pero tuvieron que enrojecer como tomates cuando el profe de sociales los puso como ejemplo al trimestre siguiente para explicar qué era el dinero negro.
Mientras escribo este post tengo noticias de que el PP ha cesado al exmarido de la ministra de Sanidad porque seguía cobrando del partido después de descubrirse sus implicaciones en el caso Gürtel y haberse publicado en toda la prensa nacional el morboso tema del confeti de las fiestas de sus hijos y los viajes por todo el planeta. ¿Quién copia de quién?

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