dijous, 14 de febrer del 2013

ELENA FRANCIS


 -  Yo me levanto a las seis de la mañana, le dejo el desayuno preparado, la ropa planchada y me voy a fregar escaleras. Su padre se va a las cinco con el camión y no vuelve hasta las ocho de la noche. Tiene de todo, móvil, consola, caprichos. Y lo único que tiene que hacer no lo hace. Mire, señor profesor, mire que me hubiese gustado estudiar pero me sacaron del cole para ponerme a trabajar, y así hasta hoy. Trabajando como una burra para tirar para arriba a él y  a su hermano. ¡No se hace ni la cama! Con eso se lo digo todo, señor profesor.

-          Me da unas contestaciones que para qué. Que no me meta en sus cosas, que él ya es responsable pero por lo que usted me dice le han quedado siete, ¿no? ¿Qué responsabilidad es esa? Mi obligación es trabajar, darle el pan y la cama, la suya, supongo que es estudiar. Esta juventud no quiere obligaciones, todo son derechos.
-          Yo ya no puedo con él. Yo creo que lo hemos consentido mucho, pero es que yo pasé muchas privaciones y quería que a mi niño no le faltase de nada. ¿Qué hago, señor profesor? ¿Un profesor particular? Vamos muy achuchaos pero…
-          Yo no le veo coger un libro en casa, me dice que no tiene deberes, que los hace todo en clase. ¿Y estudiar? ¿Cuándo estudia? ¿Le han quedado cinco? ¡La madre que lo parió! Esta noche se lo digo a su padre. Yo se lo he escondido, es que su padre tiene muy mala leche y cuando se enzarzan los dos yo paso miedo. Pero de esta noche no pasa, este crío se ha salido de madre, yo he esperado que reaccionase pero lo que está haciendo es tomarme el pelo. ¡Qué chiquillo!
-          Me dice que es que los profes le tiene manía, que a otros les ponen más nota que a él, que siempre le preguntan cuando no se lo sabe. ¡La de inglés! Lo tiene entre ceja y ceja y le hace la vida imposible. Mi hijo nunca miente, será lo que sea pero mentiroso no es.
-          Está todo el día delante del espejo. Pintorejeándose y hablando por el móvil. No hay nada más para mi hija. Yo a su edad no estaba ni por novios ni por nada. Mi madre me llevaba derecha como una vela, me hacía limpiar, ir a comprar, buscar a mi hermano a la guardería. ¿Ésta? No pega ni golpe. Ni sus cosas se arregla. Yo no sé ya cómo decírselo…
-          La juventud de ahora no escucha. Si mi hijo tiene todo el santo día los cascos puestos. Y cuando se los quita enchufa a toda mecha el equipo de música, y la tele, mi marido ha tenido que esconder los cables para que nos deje en paz un poquito. ¡No coge un libro ni por casualidad! Y cuando le pregunto se enfada como una mona, se mete en su cuarto y hasta el día siguiente. Yo no era así…
Desde que fue suprimido el consultorio sentimental de Elena Francis el país se quedó huérfano de consejeros, ahora los tutores de sus retoños hacen tan sensible función por el módico precio de sesenta euros al mes. ¡Un fuerte aplauso!

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