No hay unanimidad en el origen de la expresión.
Hay quienes la sitúan en un campo de batalla, el penacho que distinguía a los jefes
militares podía ser susceptible de ser visto por
los francotiradores del ejército oponente, o sea, convertirlos en blanco fácil. Otros la localizan en un parlamento en el que la demagogia de un orador intentaba esconder
su verdadera pertenencia a un grupo político que se distinguía por decorar su testa con
un determinado tipo de sombrero con plumas. El lenguaje coloquial asocia la
expresión a aquellas situaciones en las que alguien intenta esconder las
verdaderas intenciones y al final, normalmente por culpa de un nimio detalle,
se deja al descubierto lo que se pretendía tapar (el plumero).
Hace unas semanas hemos sufrido el huracán
INFORMER. Alumnos de casi el 30% de los institutos catalanes registraron en
Facebook una página que azotó las castas conciencias de padres, profesores y
responsables educativos. Cotilleos sexuales de baja estofa, insultos velados y
sin velar, críticas y comentarios poco edificantes. El arma alarmó a los
rectores educativos que con diligencia procedieron al exterminio de tan
peligroso fenómeno. En mi instituto la página no duró ni un día, la directora
se personó en las clases y con tono intimidatorio anunció que denunciaría a
la policía a quien se le ocurriese participar en el escarnio cobarde.
La educación salta periódicamente a la palestra
de los titulares informativos. Donde no llega el fútbol y otros
entretenimientos, llegan las previsiones apocalípticas sobre la escuela. Cuánto
fracaso escolar, qué poco inglés saben nuestros hijos, qué nula comprensión
lectora y capacidad de razonamiento constata el sacrosanto informe PISA. Ahora
tocaba una dosis de moralina. Qué sinvergüenzas son estos críos de la
generación Wasap. Los periodistas contactaron con psicólogos y sociólogos para engordar
el suceso con el alarmismo pertinente. Se repartieron las culpas
equitativamente para que nadie se sintiese demasiado ofendido. El departamento
de Educación, con una presteza nunca vista, elaboró protocolos de actuación para
frenar la oleada de impunidad con la que los jovenzuelos se regodeaban de sus
mayores en las las cloacas de las redes sociales. Tolerancia cero a la impunidad.
Hace dos días, una compañera de mi departamento
fue llamada a capítulo por el equipo directivo del centro. El motivo de tan
solemne reunión era informarle de que habían llegado denuncias de padres y de alumnos que acusaban a la
citada profesora de no estar informando correctamente sobre el derecho a huelga
de los alumnos. La profesora, con buen criterio, demandó que se le informase
sobre la identidad de los denunciantes y que se le detallase el contenido de las citadas denuncias. No te lo podemos decir. Fue la respuesta unánime de los mismos que
frenaron el huracán INFORMER. A los rectores del instituto no les gustó que la profesora alentara a los alumnos a tener sentido crítico y lo que era peor, a aplicarlo.
No sé si el origen se encuentra en un campo de batalla o en un parlamento, pero lo que sí que se puede afirmar sin miedo a equivocarse es que los que dirigen mi instituto SE LES HA VISTO EL PLUMERO.
No sé si el origen se encuentra en un campo de batalla o en un parlamento, pero lo que sí que se puede afirmar sin miedo a equivocarse es que los que dirigen mi instituto SE LES HA VISTO EL PLUMERO.
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