Andaba yo preocupado por esta vuelta a los
valores tradicionales de mis alumnos. La frasecita de marras la había escuchado
en diferentes contextos y de diferentes bocas. Y uno se mosquea porque conoce a
este ganado y sabe de qué pie cojea ¿Del egoísmo? ¡Muñeca chochona! Las
relaciones de los adolescentes suelen ser unívocas, de ti para mí pero no de mí
para ti (es obvio que generalizo y hay de todo en la viña del Señor). Dónde en
un tiempo no hubo más que exabruptos contra el yugo explotador de los padres y
unas irreprimibles ganas de independencia ahora florecen alabanzas encendidas a
los nexos familiares. Huelo a chamusquina.
La familia no PUEDE fallar nunca. Esa
obligatoriedad velada es el lema oficial de una nueva generación de okupas amparados
por una crisis descomunal. Desenmascaro la restitución de las figuras paternas
y maternas escudriñando el Observatorio de la Cadena Ser publicado esta misma
semana. Según la encuesta que han completado 800 jóvenes de 22 a 30 años
(¿éstos también son considerados jóvenes?), el 39,4 % viven exclusivamente de
las ayudas de los familiares o reciben un empujoncito sustancial. En el otro
lado de la balanza, el 38,2 son autónomos y subsisten por sus propios medios. Y
todavía nos queda un 8% que dependen de otra gran familia extensa sin sangre en
común pero con impuestos compartidos, el Papá Estado y su subsidio de desempleo.
Coincidiendo con mis elucubraciones me visita
una madre de un alumno de Bachillerato angustiada porque el muchacho amenaza con dejar los estudios porque no le gusta. Perfecto, le respondo, que se ponga
a trabajar (frase de manual en mi juventud). Casi ofendida me contraataca con el socorrido ¡no hay trabajo! Recién
empollado el observatorio de la Ser le esgrimo que hay un 38,2% de jóvenes que
sí trabajan. Resta a toda castaña y me suelta que hay un 61,8% que no. ¿Vaso
medio lleno o medio vacío? Pues que estudie hasta que no encuentre trabajo. Es
que no le gusta. Pues que friegue los platos y el suelo, quite el polvo, haga
la comida y las camas, saque al perro a pasear, limpie el rellano de la
escalera, ordene el cuarto de sus hermanos pequeños, ponga la colada, vaya a la
compra, reparta algunos currículos por si cae la breva. La madre sonríe. Yo
también. La familia no falla nunca.
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