"Nada más pernicioso ni más provisto de taras que la resignación"
(Pepe Caballero-Bonald)
El profesorado de un instituto conforma una
sociedad estamental. En la cúspide de la pirámide se hallan los Intocables de
Eliot Ness (Equipo directivo) y en la base los esclavos (sustitutos por días,
semanas y en el mejor de los casos meses y los interinos que se quedan todo el año). En medio encontramos la alta burguesía
(funcionarios con plaza y considerable antigüedad) y baja burguesía
(funcionarios con plaza y poca antigüedad y funcionarios sin plaza fija). Fuera
de la pirámide huele a muerto, miles y miles de profesores que nadie los llama porque no hay quién coja una baja con el
pellizco que le pegan a la nómina (90 euros mínimo por día no trabajado).
Los dueños de las tijeras aprietan las clavijas
a los Intocables para que éstos en gravitatorio movimiento domestiquen a sus
subordinados que por miedo a perder sus privilegios se dejan pisotear sin
rechistar. Los esclavos morirán de hambre, de sed o de trabajos forzados pero
en lugar de rebelarse, lamen el culo de los directores para que no les dejen
caer al vacío y les reclamen en caso de vacante (o sea pasar por encima de otros esclavos). Solícitos se dedican a demostrar que son los
mejores profesionales del mundo y sin rubor, imploran a la burguesía (alta y
baja) que se solidarice con su triste futuro. Éstos les acusan de
colaboracionistas, de tragar con carros y carretas y de encubrir su docilidad
con el sálvese quien pueda. El barco se hunde pero cada uno de los estamentos
confía en ser el último en saltar al gélido océano.
En mi departamento hay un interino que me
comenta su zozobra de cara al año que viene. Las nuevas medidas de austeridad
instigadas por los eficaces protestantes (religiosamente) del Norte de Europa
lo pondrán de patitas en la calle. Es un eficiente profesional que desaparecerá
de nuestra vista gracias a que seguramente trabajaremos una hora lectiva más el
resto de compañeros. Le hago una propuesta indecente, mi creatividad cuando se
activa, hace estragos.
-
-El año que viene puedes venir a
mendigar a la puerta del instituto. Un cartelito que rece algo así como Más
triste es de robar. Te sientas en el suelo mientras pasan los alumnos. Yo te
auguro que no duras ni una hora. Te echan, te convencen o te contratan.
-¿Quieres decir?
-¿Quieres decir?
-Infalible, amigo. Si desapareces
de nuestras vidas todos estaremos muy tranquilos. Te recordaremos con insidiosa
nostalgia pero te olvidaremos. Tu presencia con la mano estirada pidiendo
limosna nos compromete.
Se lo cuento al jefe de departamento. Como si
fuera una excentricidad de las mías, sin darle demasiada importancia. Noto que
el bigote no se le mueve un ápice y a la que puede huye por la puerta para que no siga metiendo
el dedo en la yaga. Pertenece a la alta burguesía, acabará cobrando mil euros y
haciendo más horas que un reloj pero no le gustaría escuchar los gritos de los
náufragos, prefiere pedirle a la orquesta del Titanic que siga tocando a todo
trapo.Una cosa es señalar a los de
arriba como únicos culpables de lo que sucede y otra mirarse a un espejo en el que
quedamos muy desarreglados.
Al día siguiente el interino me acusa de tener
malas ideas, de ser una mala influencia, de ponerlo en un compromiso con el
jefe de departamento. Tiene razón en todo. Yo soy baja burguesía y saltaré
después del ofendido.
Suena el timbre que convoca a clase. Como decía
mi abuela, lo tenga que ser, será.
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