“No podemos resolver problemas usando la
misma forma de pensar que usamos cuando los creamos” (Albert
Einstein)
No habíamos encontrado la llave para
introducirla en la cerradura, es más, no identificábamos ni dónde estaba la
cerradura. Las huelgas y las manifestaciones son de otro tiempo, dejaron de
hacer daño al sistema, es más, se financiaba y se retroalimentaba con esas
formas de protesta. Desde el comienzo de
la crisis el vendaval nos arrolló sin piedad, nos cambiaron la Constitución
(sacrosanta para unas cosas y papel mojado para otras) sin permiso, nos
recortaron los salarios y las prestaciones sociales, nos convencieron de que el
problema había sido vivir por encima de nuestras posibilidades, nos subieron
los impuestos, nos aumentaron la larguísima cola del paro y el dragón que todo
lo devora no tenía suficiente. Nos mirábamos los unos a los otros con perplejidad, no
sabíamos cómo detener el retroceso inexorable. Delante nuestro estaba EL MURO,
un muro infranqueable que no ofrecía más consuelo que la resignación.
Un
muro nos separa de lo que podríamos ser, un muro mental que no nos deja ver más
allá y que encierra una realidad construida al servicio de aquellos que dictan
las normas. De las claves de como funciona este muro depende la posibilidad de
encontrar las grietas que nos permitan derribarlo y construir entre todos una
sociedad más justa, evolucionada y sostenible, donde seamos más conscientes de
nuestro potencial, de nuestros recursos y del reparto que hagamos de ellos.
(Blog LA MECÁNICA DEL MURO)
El mundo educativo ha pataleado. Huelgas y
mareas amarillas y verdes. Pero el muro no ha cedido. Yo diría que el muro se
ha reído de nosotros y de nuestra ingenuidad. Disparan con tirachinas, tenemos
margen de dominio. Los dirigentes educativos, los mismos que tiraban aceite
desde sus torreones a alumnos, profes y padres cuando pedían lo que era suyo, han
impuesto su palabra favorita: NORMALIDAD. Y como no teníamos rendija por donde
colarnos, al final, todo era normal.
La necesidad siempre agudiza el ingenio.
La miseria siempre es la fuerza motriz que insufla las revoluciones. Los
monarcas absolutos cedieron mejoras al pueblo cuando la turba enfebrecida pedía
su cabeza (incluso rodaron algunas antes de dar su brazo a torcer). El muro ha
cedido, una maniobra inesperada y desesperada de la PAH ha abierto una grieta
en un decorado infranqueable. La muestra de que ha hecho pupita es que los
defensores del castillo se han puesto nerviosos y han llamado terroristas y
nazis a los de la camiseta verde. Han amenazado (siempre lo hacen) con
identificar y detener a los responsables de los escraches y se han agarrado al
clavo ardiendo de los gritos exaltados de algún desesperado (asesino, asesino)
para desacreditar un arma potencialmente dañina. La ley está del lado de los
poderosos, la transgresión de los débiles. El pueblo se ha implicado en su
destino, los ciudadanos han dejado de acampar pacíficamente en las plazas y de
mover las manitas en forma de aplauso para interpelar a los que tienen prestada
su voluntad. Las manifestaciones multitudinarias no hacen daño a nadie, están
muy lejos del sujeto al que demandan, el escrache está en tu calle, en tu
gimnasio guay, en tu inauguración favorita, en tu restaurante de postín, hasta
en la sopa te persiguen los que claman justicia.
los muros mentales se quiebran con palas y picos reales,esa pala y ese pico es lo que de veras temen los que nos encierran tras muros ficticios e irreales que nos mantienen inmersos en la ignorancia, el miedo y la sumisión.
ResponEliminaLa mente, la inopia, con perdón (las pajas mentales), o la decisión, la reacción,...pico y pala.
Nosotros decidimos, y esa es, cuando nos demos cuenta y tomemos conciencia de ello, nuestra fuerza, y su temor
Importante tomar conciencia, el estado agéntico en el que nos encontramos (atemorizados perdidos) es idóneo para que las élites financieras nos tengan controlados. Un saludo y gracias por participar.
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