dilluns, 12 d’agost del 2013

ANGELICALMENTE TRANSGRESORA



Hay creadores que no tienen freno y precisamente por eso me atraen. Los mortales estamos maniatados por convencionalismos que se arraigan tan en lo profundo que cuando intentamos vomitar las verdades ya nacen teñidas de cursilería. Los dioses cruzan las rayas rojas sin piedad y nos alumbran un territorio que de tan crudo aterroriza a los cobardes que nos conformamos con olisquearlo.

Soy una suicida sin suicidio, una criminal sin posibilidad de crimen porque respeto el pacto social. Pero mediante mis obras construyo mis cárceles, mis manicomios que me controlan e impiden que, si un banco me regalara unas pistolas por Navidad, salga a la calle a matar gente [ríe]. Todo llegará [dice seria], porque esto casi lo han hecho.

Así se define Angélica Liddell. Dramaturga y actriz. Una mosca cojonera que tuvo la delicadeza de ponerme sobre la pista de Michel Houellebecq. Otro arcángel del desasosiego que genera enfocar la vida sin más luz que la que emite el reptil que nos devora por dentro mientras el mamífero y el ser humano visten de seda una piel que se arruga.


¿Por qué cree que el arte es necesario? Porque es lo que nos habla del origen de la alegría y la tristeza humana. Sirve para comprender mejor el mundo. Y si no, no sería lo primero que se censura cuando se implanta un sistema autoritario.

Hace tiempo que sigo su álbum de fotos en el que su cuerpo es protagonista absoluto arropado por las diferentes habitaciones de hotel que visita por todo el mundo. Una mujer que se ahoga en el lento recorrido por la decadencia, aúlla su angustia desde cada fotografía.

Le damos mucha importancia a la intelectualidad, cuando lo que nos hace sufrir, en el fondo, son nuestros objetivos sexuales y la carrera de obstáculos que significan. Todas las piedras que se interponen en el camino entre el amor y tú suponen una fuente de profunda angustia. El cuerpo tiene mucho que decir en la posibilidad del amor y vivimos muy a gusto negándolo. Dile a una persona de 180 kilos cuántas barreras hay entre 180 kilos y el amor. En el fondo, muchas veces lo que te hace sufrir es la piel y estar excluido de la cotización del mercado del sexo.

Siempre tuve la sensación que su vida se desarrollaba absolutamente en el escenario. Y me lo corroboró.

La careta me la pongo cuando salgo del escenario. Ahí es donde empiezo a fingir para sobrevivir. Uno solo puede existir socialmente mintiendo. Sería insostenible siendo completamente honesto. Por eso creo que el escenario es el único lugar donde se puede trabajar con libertad. 

Yo se la presenté, de ustedes depende seguir indagando o dejarla en el borde del plato. De ustedes y de su cobardía, por supuesto.

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