dilluns, 24 de febrer del 2014

DEBÉISME CUANTO HE ESCRITO



Por supuesto que estoy en deuda con el poeta. Lo escuché por primera vez en la voz de Serrat, imagino que como muchos. Fue quién me puso en la senda que nunca se ha de volver a pisar. Esa identidad compartida provocó la prohibición de Antonio Machado en el Chile de Pinochet. Jaime Olmo clama en su sentido artículo titulado Colliure, 1979: ¡Qué grotesco esperpento vive en las entrañas de todas las dictaduras! El motivo para callar a uno de los poetas más grandes en lengua castellana fue considerarlo letrista del Nano.


Y empiezan a revolotear por mi cabeza los sentimientos, como inevitables golosas, que ni labráis como abejas ni brilláis cual mariposas, pequeñitas, revoltosas, me evocáis todas las cosas. Machado puedo considerarlo mi bandera, no se destiñe por los intereses de una victoria oportunista. Machado es el barniz que fija unos valores que resisten la lejía de la ignominia y las costras que levanta el tiempo cobarde. Las banderas se izan mientras suena el himno, el mío lo interpretan las palabras de otro poeta Maestro, Luis García Montero en su genial artículo Hoy es siempre todavía.

Cuando aceptamos que somos lo que somos, nada más y nada menos, se comprende mejor lo que queremos conservar y lo que perdemos, lo que damos y lo que recibimos. Se abre además una relación distinta con el tiempo. El pesimismo y el optimismo desaparecen como razón de vida. El triunfo deja de ser el argumento de la decisión. Empieza el orden de los valores.
Contrario a lo que piensan muchos no quiero que devuelvan la osamenta de Machado a su Sevilla natal, lo quiero allí, en ese pequeño pueblo francés, en esa tumba siempre llena de flores, flanqueado por ese buzón en el que nunca faltan cartas que no obtendrán más respuesta que los versos del poeta. Quiero que su tumba sea un faro que deslumbre a la mala gente que camina y va apestando la tierra.
Estoy en deuda con don Antonio, por lo que me produjo la muerte de don Guido, un señor de mozo muy jaranero (¿cuántas palabras no habré aprendido con don Antonio?), galán y algo torero. No tendré cheques de seis ceros para pagar el encargo que me hizo (tal vez nos lo hizo a todos) desde que lo escuché: y cuando llegue el día del último viaje y esté al partir la nave que nunca ha de tornar, me encontraréis ligero de equipaje, como los hijos de la mar. Y sigo desentrañando el contenido de aquel papel doblado que se encontraba en el bolsillo de su gabán rozándose con un lápiz el día 22 de febrero de 1939: “Estos días azules, y este sol de la infancia….”. ¿Cómo es un día azul? ¿Qué tonalidad tiene el sol de la infancia? ¿Qué es lo último que se divisa cuando se pone el pie en la última nave?

Machado, Colliure, mi bandera, mi única deuda.


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