Por supuesto que estoy en deuda con el poeta. Lo
escuché por primera vez en la voz de Serrat, imagino que como muchos. Fue quién
me puso en la senda que nunca se ha de
volver a pisar. Esa identidad compartida provocó la prohibición de Antonio
Machado en el Chile de Pinochet. Jaime Olmo clama en su sentido artículo
titulado Colliure, 1979: ¡Qué grotesco esperpento vive en las entrañas de todas
las dictaduras! El motivo para callar a uno de los poetas más grandes en lengua
castellana fue considerarlo letrista
del Nano.
Y empiezan a revolotear por mi cabeza los
sentimientos, como inevitables golosas,
que ni labráis como abejas ni brilláis cual mariposas, pequeñitas, revoltosas,
me evocáis todas las cosas. Machado puedo considerarlo mi bandera, no se
destiñe por los intereses de una victoria oportunista. Machado es el barniz que
fija unos valores que resisten la lejía de la ignominia y las costras que
levanta el tiempo cobarde. Las banderas se izan mientras suena el himno, el mío
lo interpretan las palabras de otro poeta Maestro, Luis García Montero en su genial artículo Hoy es siempre todavía.
Cuando aceptamos que somos lo que somos, nada más y nada menos, se comprende mejor lo que queremos conservar y lo que perdemos, lo que damos y lo que recibimos. Se abre además una relación distinta con el tiempo. El pesimismo y el optimismo desaparecen como razón de vida. El triunfo deja de ser el argumento de la decisión. Empieza el orden de los valores.
Cuando aceptamos que somos lo que somos, nada más y nada menos, se comprende mejor lo que queremos conservar y lo que perdemos, lo que damos y lo que recibimos. Se abre además una relación distinta con el tiempo. El pesimismo y el optimismo desaparecen como razón de vida. El triunfo deja de ser el argumento de la decisión. Empieza el orden de los valores.
Contrario a lo que piensan muchos no quiero que
devuelvan la osamenta de Machado a su Sevilla natal, lo quiero allí, en ese
pequeño pueblo francés, en esa tumba siempre llena de flores, flanqueado por ese
buzón en el que nunca faltan cartas que no obtendrán más respuesta que los
versos del poeta. Quiero que su tumba sea un faro que deslumbre a la mala gente que camina y va apestando la tierra.
Estoy en deuda con don Antonio, por lo que me produjo
la muerte de don Guido, un señor de mozo
muy jaranero (¿cuántas palabras no habré aprendido con don Antonio?), galán y algo torero. No tendré
cheques de seis ceros para pagar el encargo que me hizo (tal vez nos lo hizo a todos) desde que lo escuché: y cuando llegue el día del último viaje y esté al partir la
nave que nunca ha de tornar, me encontraréis ligero de equipaje, como los hijos
de la mar. Y sigo desentrañando el contenido de aquel papel doblado que se
encontraba en el bolsillo de su gabán rozándose con un lápiz el día 22 de
febrero de 1939: “Estos días azules, y
este sol de la infancia….”. ¿Cómo es un día azul? ¿Qué tonalidad tiene el sol de la infancia? ¿Qué es lo último que se divisa cuando se pone el pie en la última nave?
Machado, Colliure, mi bandera, mi única deuda.
Excelente Jordi,comparto ,salute
ResponElimina