dimecres, 26 de febrer del 2014

DESPOTISMO ILUSTRADO



En un momento de la charlotada de ayer (debate del Estado de la nación), el presidente del gobierno y los dirigentes de la Izquierda (con sus numerosas siglas) se acusaron mutuamente de vivir en el siglo pasado. ¡Gran ofensa! Modestamente, me permitiría recordarles a sus Señorías que se quedaron cortos, tienen un billete hacia el pasado que vale por dos cientos años. Todo ese Parlamento (qué lamentable espectáculo de poltronas vacías en uno de los debates más importantes del año) anda instalado en pleno siglo XVIII. Todo por el pueblo pero sin el pueblo. ¿Les suena? Es el lema del Despotismo Ilustrado, un concepto político adoptado por muchas monarquías europeas absolutistas (no tenían leyes de transparencia como la nuestra) que comprobando el agotamiento del sistema se sacaron de la chistera unas reformas amparadas en conceptos filosóficos de la Ilustración. Las medidas pretendían beneficiar al pueblo (paternalismo) pero sin escuchar a esos mismos a los que tutelaban. Ya sabemos que la burguesía no estaba cómoda en ese corsé y acabó forzando la Revolución Francesa para encaramarse al poder (lección reducida de historia por falta de espacio).



Los mentecatos que ayer subieron al estrado del Congreso de los Diputados (insisto en el absentismo vergonzante, ni para hacer bulto sirven) representaron una obra teatral con una interpretación tan deficiente que no merecieron ni la consideración del público (ni audiencia televisiva ni centímetros en los titulares de los medios escritos digitales y en papel, ya les gustaría tener el share del Évole). Son previsibles, impostan sus airados enfrentamientos, doblan y redoblan las cifras hasta que indican lo que quieren que indiquen, descalifican globalmente al enemigo y se autoexalzan con una vanidad sin parangón. Y el país hecho unos zorros.
Una cosa es tener hambre y otra muy diferente hablar sobre el hambre. Una cosa es estar parado y otra muy diferente es manejar las estadísticas de ocupación, de población activa, de empleo temporal y de otras zarandajas mientras que tu cuenta corriente a fin del mes recibe una inyección de tres mil euros (mínimo, hay diputados con complementos que pueden aumentar sustancialmente tan pírrica cifra). Una cosa es ser un niño que vive en el umbral de la pobreza y otra sacar los tres millones de niños en España que están viviendo en condiciones poco recomendables para ganar el debate. Una cosa es ahogarte en las costas de Ceuta y otra muy diferente echarle la culpa a la UE de la política de inmigración y reírte cuando te piden la dimisión. Una cosa es no poder decidir sobre la maternidad libremente y otra muy diferente legislar para agradar a un sector de tu electorado y tener la pasta para que tu hija aborte en Londres como toda la vida de Dios. Una cosa es criticar al gobierno y otra muy diferente es haber hecho lo mismo cuando estabas tú en él.
Anden tranquilos, estamos en los albores del siglo XXI, hay democracia, libertades, estado de derecho, una Constitución de fruta madre, 350 diputados (algunos ausentes porque estaban trabajando a destajo por el país), un crecimiento económico, unos socios europeos, unos medios de comunicación complacientes, una parte del pueblo dominado por las prebendas. ¿Quién se atreve a decir que éste no es un país ultramoderno? ¿A que lo exiliamos?

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