dijous, 6 de març del 2014

VERGONZOSA HIPOCRESÍA REPUGNANTE



Cada una de las palabras, por separado, tiene una carga negativa importante. Juntas, no solo triplican la ira sino que definen a la perfección uno de los fenómenos de hondo calado en esta sociedad tan perfectamente injusta. Me refiero a la violencia de género.
Periódicamente los medios de comunicación se ocupan del tema, especialmente cuando es asesinada una víctima con más saña de lo normal. Con la mejor de nuestras hipocresías nos exclamamos como fariseos profesionales y condenamos al aire una realidad de la que somos arte y parte. Miren a su alrededor y uno de cada cinco machitos que les rodean se dedican a humillar mujeres. Articulistas de postín se esfuerzan en denunciar unos crímenes (o unas esclavitudes) que obedecen a un abuso de poder, de fuerza, de dominio. Golpes en el pecho y soluciones de cartón piedra. Vergonzoso espectáculo. Cuando pasa el día de las conmemoraciones grandilocuentes o las noches de los asesinatos sangrientos, pasamos página hasta la próxima parada. Repugnantes ojos que trucan una realidad espeluznante.
Ayer le tocó el turno a las encuestas. Los números eran para tirar para atrás. Un 22% de europeas hansufrido violencia machista de su pareja. La gran panacea para solucionar este problema durante mucho tiempo ha sido invitar a las mujeres a que denuncien. Una mujer que su marido le cruza la cara o le dice puta cada vez que se pone una falda más corta de lo normal se va a una comisaría pone una denuncia y por arte de birlibirloque se arregla su problema. Se lo tiene que creer para que el resto de ciudadanos de bien durmamos a pierna suelta creyendo que si no lo hace es su problema (es una lela, una timorata o una irresponsable). Nosotros (santos sin altar) hemos puesto todas las herramientas en su mano para evitar el abuso y ella ni se atreve a dar un paso tan fácil como rellenar una denuncia. 

El estado de derecho tan majo que condena los delitos que hacen referencia al abuso y violencia contra las personas se puede encontrar con la desagradable sorpresa de que si las mujeres europeas escuchan por fin a los que les animan a la denuncia acabemos con el 22% de la población masculina de Europa en chirona. No hay economía (y menos en crisis) que soporte el gasto en abogados, jueces, casas de acogida, psicólogos de familia y otros elementos necesarios para asegurar el proceso. Puede que el paro descienda pero los servicios penitenciarios aumentarían escandalosamente (hoy todo se reduce a euros). Esperpéntico, ¿verdad?
Mañana será otro día y las cifras nos harán menos daño.

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