dimecres, 23 d’abril del 2014

UBI SUNT



Llegó a mis manos de forma inesperada. Entre riadas de gente indignada que contemplaba con fervor aquellos movimientos que invadieron las calles hace casi tres años, una mano anónima me dejó un panfleto cuyo título me atrajo como un imán: Tesis sobre la indignación y su tiempo. Lo leí y me dejó helado. Era los inicios del tiempo de los recortes y sospechábamos que había que elevar la voz para frenar el vendaval de hachazos que venían avalados por una crisis que fue aprovechada por los poderosos (como siempre) para enriquecerse más a costa de culpabilizarnos de una vida de lujo y derroche. Además, aquellas acampadas en plazas significadas de grandes ciudades eran una reválida para la juventud que parecía desaparecida detrás de las pantallas de los móviles y que recalificaba su desdén con una actitud de arrojo que sorprendió a propios y extraños. Muchas ilusiones que se cargaban a cañonazos las líneas del panfleto anónimo.


Los indignados no han puesto en duda ninguna cuestión de primer orden para el funcionamiento de la sociedad. (…) El consumidor de política indignado ostenta el mismo autismo existencial que cualquier otro consumidor. Los problemas sociales son aquellos que puede asumir como su problema inmediato. Es decir, aquello que afecta a sus intereses, y nada más. Si piensa en los afectados por los desahucios piensa en la PROPIEDAD; si en los desempleados, en el DERECHO AL TRABAJO; si denuncia los bancos, como no, piensa en SU DINERO; y cuando se queja de la corrupción lo hace por la baja rentabilidad que le da su VOTO. (…) Cuando se rebela lo hace para exigir amos mejores.”

Pónganle todas las pegas que quieran a lo que han leído pero aquel primaveral movimiento ciudadano no ha arrojado demasiados dividendos y por algo será. Parece que preferimos la resignación, la indolencia o el sálvese quien pueda. El panfleto hablaba también del perverso pacifismo de los indignados, ese savoir faire que les acreditaba como defensores del diálogo frente a los rodillos del poder. 

No estaría mal recordar los cadáveres sobre los que se alzan los valores no violentos de las sociedades contemporáneas”.  

Claro que admiramos el posicionamiento tenazmente pacifista de Ghandi o Martin Luther King, pero también provoca sonrojo las cosquillas en la barriga que produce la oposición de los oprimidos al poder financiero (dueño del poder político que controla el poder judicial y policial), síntoma de una lucha desigual y casi imbécil del tirachinas contra el misil. Una cosa son los lindos deseos y otra mi diferente es la cruda realidad.
El panfleto degrada las ambiciones del movimiento 15M cuando afirma que “no ha supuesto el comienzo de nada, más bien ha supuesto el final agónico de lo que pudieron ser las aspiraciones revolucionarias inauguradas a mediados del siglo XIX”. Y no contento con el revolcón ahonda en sus consecuencias negativas, “ha expresado de forma ejemplar el signo de nuestros tiempos, ha reivindicado, de forma popular y asamblearia, las condiciones de una derrota histórica sin precedentes; ha exclamado su pretensión de mantener las condiciones de una vida insostenible al módico precio de olvidar la opresión pasada, justificar la presente y preparar la futura.
En la contraportada, como una firma enigmática de lo derrocado, aparece la inscripción Pensamiento y difusión: L’ami du peuple. Tendremos que revisar a Marat, la historia, maléfica, resucita fantasmas.


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