dilluns, 5 de maig del 2014

LOS OLMOS NO DAN PERAS



El olmo es un árbol ornamental y el peral es un árbol productivo ¿Entonces? ¿Por qué esa confusión? Pura impotencia. Nos agarramos a cualquier árbol con la ilusión de que nos ofrezca de inmediato un fruto dulce y agradable al paladar que es lo que necesitamos. El poder conoce nuestra miopía y la utiliza en su beneficio, nos vende bellotas por manzanas, cardos borriqueros por piñas tropicales y gato por liebre. ¿Cómo? ¿Que no hay recuperación económica? Eso es que no sabemos leer las cifras macroeconómicas. Perales por doquier. ¿Cómo? ¿Qué no llega a los ciudadanos los efectos de la remontada? Eso será cosa de la impaciencia o de los rojos que no quieren que vayamos bien. Perales y más perales. La botánica y la economía tienen más puntos en común de lo que parece.
El domingo quedé impresionado con la disertación que hizo sobre la precariedad laboral y sus motivos en El Objetivo de Ana Pastor un jovenzuelo. Pablo Padilla se llama. Claridad de ideas, vocabulario adecuado, reflexiones consecuentes. A su lado el filósofo José Antonio Marina solo tenía que ir apostillando para configurar un peral en condiciones. Padilla, un sociólogo de treinta años, que vive todavía en casa de su madre, cobra 400 euros al mes los meses que cobra.


El viernes, una buena amiga, me hizo una recomendación de tronío. La presencia en el Polígrafo (esa máquina que determina si se dice la verdad, supongo que explotaría con Rajoy) de la princesa del pueblo, la ínclita Belén Esteban. Era una recomendación envenenada, como quien se come un trozo de chóped enmohecido. Relatando de forma campechana sus experiencias vitales (siempre pivotando en su relación con Jesulín) supongo que se volvió a embolsar una pasta gansa. Un dinero que a Padilla le iría de perlas para su independencia y para darle un impulso a esa Oficina Precaria en la que se da árnica a todos los jóvenes pisoteados que trabajan por amor al arte (de los empresarios abusones). 
Un país que premia al olmo improductivo y que desdeña al peral no puede ir bien. Pero no se queda ahí el problema, fumigando la realidad con este pesticida que de tan cotidiano parece invisible no solo matamos el talento de hoy, sino que el veneno se filtra por el subsuelo social y contamina todo los acuíferos que debían regar el futuro.
No querrán que les explique a mis alumnos que la baja productividad de la esclavitud fue una de las claves del hundimiento del imperio romano cuando tienen la cabeza puesta en dar un braguetazo o meter la pelotita por la escuadra para conseguir la única pera que ofrece un olmo podrido.

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