El olmo es un árbol ornamental y el peral es un
árbol productivo ¿Entonces? ¿Por qué esa confusión? Pura impotencia. Nos
agarramos a cualquier árbol con la ilusión de que nos ofrezca de inmediato un
fruto dulce y agradable al paladar que es lo que necesitamos. El poder conoce
nuestra miopía y la utiliza en su beneficio, nos vende bellotas por manzanas,
cardos borriqueros por piñas tropicales y gato por liebre. ¿Cómo? ¿Que no hay
recuperación económica? Eso es que no sabemos leer las cifras macroeconómicas.
Perales por doquier. ¿Cómo? ¿Qué no llega a los ciudadanos los efectos de la
remontada? Eso será cosa de la impaciencia o de los rojos que no quieren que
vayamos bien. Perales y más perales. La botánica y la economía tienen más puntos
en común de lo que parece.
El domingo quedé impresionado con la disertación
que hizo sobre la precariedad laboral y sus motivos en El Objetivo de Ana Pastor un jovenzuelo. Pablo Padilla se llama. Claridad de ideas, vocabulario
adecuado, reflexiones consecuentes. A su lado el filósofo José Antonio Marina
solo tenía que ir apostillando para configurar un peral en condiciones.
Padilla, un sociólogo de treinta años, que vive todavía en casa de su madre,
cobra 400 euros al mes los meses que cobra.
El viernes, una buena amiga, me hizo una
recomendación de tronío. La presencia en el Polígrafo (esa máquina que
determina si se dice la verdad, supongo que explotaría con Rajoy) de la
princesa del pueblo, la ínclita Belén Esteban. Era una recomendación
envenenada, como quien se come un trozo de chóped enmohecido. Relatando de forma campechana sus experiencias vitales (siempre pivotando en su relación
con Jesulín) supongo que se volvió a embolsar una pasta gansa. Un dinero que a
Padilla le iría de perlas para su independencia y para darle un impulso a esa
Oficina Precaria en la que se da árnica a todos los jóvenes pisoteados que
trabajan por amor al arte (de los empresarios abusones).
Un país que premia al
olmo improductivo y que desdeña al peral no puede ir bien. Pero no se queda ahí
el problema, fumigando la realidad con este pesticida que de tan cotidiano
parece invisible no solo matamos el talento de hoy, sino que el veneno se
filtra por el subsuelo social y contamina todo los acuíferos que debían regar el
futuro.
No querrán que les explique a mis alumnos que la
baja productividad de la esclavitud fue una de las claves del hundimiento del
imperio romano cuando tienen la cabeza puesta en dar un braguetazo o meter la pelotita
por la escuadra para conseguir la única pera que ofrece un olmo podrido.
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