Hemos de aceptar nuestra hipocresía ante la
muerte. Siempre buscamos estratagemas para salir bien parados del fenómeno
natural (parada cardíaca, qué eufemismo) o artificial (la forzada, la
homicida). Llamamos a la puerta de los tópicos para que salga uno que nos libre
de aceptar la simplicidad absurda del cambio de estado. Vivo-muerto. Yo siempre
padezco en los tanatorios. No sé qué decir. Balbuceo entre las experiencias
vividas con el finado y las circunstancias del traspaso de universo. Una ridiculez.
Lo más sensato es el recuerdo.
Ahora toca Gaza. Los niños, sobre todo ellos, que
salgan en primer plano. Víctimas inocentes, siempre es el pie de la foto que
agrede nuestra mirada incrédula e inocente (y un carajo). Que escandalicen, que
simbolicen el despropósito de la guerra. ¡Mierda de judíos! ¡Cabrones
israelitas! ¡Los tenían que haber fundido en los crematorios! La emoción
dirigida. El vicepresidente americano bajando las escalerillas en busca de una
solución al conflicto. A los niños muertos se la suda la escenografía
americana. ¿Y las armas? ¿Quién las vende? ¿Quién las fabrica? Anuncios, es el
momento oportuno para la publicidad. ¿Una cremita para las arrugas? ¿Una
cervecita helada? Las preguntas importantes se quedan en la recámara mientras
otro desfile de muertos se proyecta en un telediario de verano solo animado por
los fraudes y los fichajes futboleros.
Antes tocó Ucrania. ¡Qué cabrón es Putin! ¡Y esa
cara de vodka que tiene! Más muertos inocentes. La carne del muerto televisivo
es la más apreciada. La del niño desnutrido de Etiopía no tiene mercado hasta
que aparezcan en pantalla una cuenta bancaria donde depositar nuestra mala
conciencia de habitantes del primer mundo privilegiado. ¿Y las mujeres de
Ciudad Juárez? ¿Y las víctimas de violencia doméstica? De tanto en cuanto, sin agobiar, sin forzar
preguntas de difícil e incómoda respuesta. ¿Y los muertos de los miles de
conflictos africanos? Son un lío de
siglas y de terroristas varios, el espectador no sabría apreciarla. ¿Y la
china gallega? Vale, un ratito de muerte doméstica con morbo equilibra la dieta.
La carne de muerto de residencia de ancianos la han puesto de oferta en el DIA de algún especial de madrugada. La de los
drogatas y otras ratas de cloaca no tiene homologación gubernamental, mira tú
si producen efecto llamada. En cambio la de los suicidas desahuciados repunta
con fuerza, los periodistas sabuesos hurgan en su historia y provocan la
lágrima fácil. Acto seguido podemos contemplar con estupor un spot de diseño
patrocinado por cualquier banco que empujó al suicida a la barandilla. No tiene
nada que ver. Queremos compartir tu futuro, es el lema más creativo para vender productos
tóxicos. En la acera sigue la mancha de sangre recordando que anda suelto el Satanás
financiero.
Supongo que después de leer todo lo anterior les
será difícil hincar el diente al bistec de ternera sin preguntarse quién
fabricó nuestro tenedor y nuestro cuchillo.
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