divendres, 11 de juliol del 2014

DECONSTRUCCIÓN



A mí me gusta fijarme en los tipos innovadores, especialmente en el selecto grupo de los que se forran (pueden ensañarse llamándome materialista). Ferran Adrià me parece un espécimen perfecto. Sorprendente trayectoria la de este fregaplatos del Hotel Playafels de Castelldefels que en trece años se encaramó a la portada del suplemento dominical del prestigioso The New York Times y que se ha convertido en un gurú de la gastronomía y de la sacrosanta creatividad. Tanto es así que Telefónica (pasta gansa) le ha puesto un chiringuito para que audite la creatividad. “Hay que montar un pollo tridimensional”, es uno de los proyectos en que quiere embarcarse este cocinero de dicción difusa. 


Una de sus grandes aportaciones a la gastronomía ha sido la deconstrucción. Supongo que sustentada en la filosófica (Heidegger o Derrida) y vinculada a los movimientos arquitectónicos de los 80, este habilidoso creador llevó el concepto a los fogones. El proceso pasaba por aislar los ingredientes de un plato para reconstruirlos de una manera inusual utilizando técnicas como la esferificación o las espumas intentando mantener el sabor pero con una textura y un aspecto diferentes.
Mis habilidades culinarias son más bien escasas pero me propongo transportar sus enseñanzas innovadoras al campo del pensamiento ácido. Y más concretamente al análisis de esa droga blanda y legal que es la publicidad. Las empresas no se conforman con mostrar el producto en el escaparate (sea tele, internet o vallas), es necesario pescar el deseo con un anzuelo poderoso que se vincule a la esencia del producto.
Un seguro de coches habitualmente se ha presentado acompañado de una ensalada de accidentes y desperfectos varios. Usted necesita comerse ese plato para no tener problemas. Simple. Allianz ha seguido el proceso de Adrià para conseguir un plato más impactante a través de la deconstrucción de ingredientes. Fútbol (pasión), hijo (obligación), transporte (necesidad). Dice sin rubor el protagonista del anuncio. Un consejo: Un padre NUNCA puede fallar a un hijo. Un coche TAMPOCO. Se acaba los cuarenta segundos preceptivos dibujando la seriedad del producto y si no hay contratiempos cualquier padre de bien tiene que firmar con esta compañía aseguradora si no quiere ser tildado de egoísta o irresponsable.



La filosofía subyacente al plato cocinado por Allianz tira para atrás. Vayan probándolo poco a poco y encontrarán sabores potentes que explican cómo estamos. Yo ando desconcertado, mi padre no me llevaba al fútbol porque curraba como un cosaco. ¿Me falló, verdad?

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