Levantábamos la mano y paraba el taxi. Mi
imaginario es el de un vehículo pintado de negro y amarillo, cada ciudad tiene
sus colores. Bajaba la bandera de libre y empezaba a dispararse el taxímetro.
Si el destino era lejano, clavada segura. ¿Se acuerdan de Guillermo Montesinos
y su Mambo-Taxi almodovariano? Pues vayan despidiéndose, ese oficio y con él
ese mundo, tiene fecha de caducidad.
Ha llegado UBER y una aplicación de móvil que permite que
cualquier conductor que la tenga y se ofrezca como chófer ocasional pueda
recoger un pasajero que haya por los alrededores y reciba una compensación por
ello. Los taxistas se han puesto en pie de guerra, es obvio, me recuerdan a los luddistas que al inicio de la primera revolución industrial se cargaban las
máquinas haciéndolas responsables de los despidos de los patrones. Por muchas
prohibiciones que se pongan a la nueva modalidad de transporte de pasajeros, la
propia esencia del capitalismo enterrará un oficio que solo podrá recrearse en
el museo de cera.
Ayer recibí una llamada del director de mi
sucursal de Bankia. Amablemente me ofrecía un crédito de 12000 euros. Hace cuatro
años fui a su mesa y me atendió displicentemente cuando le solicité el mismo
préstamo. Eran tiempos de vacas gordas (algunos directores no se enteraron de
los efectos de la crisis), ahora necesitan deuda, los peces gordos del sistema
financiero obligan a los pezqueñines directores de sucursal a que recluten
incautos de clase media necesitados de cash para convertir esa deuda en
negocio. Cuando colgué tuve la sensación de haber hablado con un futuro parado,
el sistema financiero a la antigua usanza, made in burbuja inmobiliaria,
también está en apuros.
Los agoreros (descendientes de luddistas) y los
impasibles (esa casta que vive de fruta madre en momentos de turbulencias) pintan
el futuro de negro para que el miedo nos siga hundiendo en el hoyo. El ejército
de los desocupados sigue estrellándose contra la pared de la inercia (“yo había
hecho durante 30 años de paleta y ahora no sale nada”). Y no se les ocurre virar
un poco el rumbo a derecha o a izquierda para comprobar que se acaba el muro y
que pueden aparecer nuevos océanos donde darse un bañito para subsistir.
Tengo que
investigar más pero de momento creo haber encontrado ese océano. Es lo que se
ha llamado en EEUU la revolución de los “makers”. ¿Quiénes son? Los DIY (do it
yourself, hágalo usted mismo) se dedican a HACER ALGO. Parece ser que las
nuevas máquinas que provocaran la tercera revolución industrial serán las impresoras
3D. Se creará un nuevo tejido empresarial donde la energía que lo moverá no
será ni el petróleo ni la electricidad sino el TALENTO. Comprueben en el
gráfico hacia donde se está desplazando en la actualidad.
El triste director de la sucursal de Bankia en
lugar de ofrecerme un crédito personal para gastar en chorradas debería haberme
regalado un impresora 3D a cambio de convertirse en bussiness angel a cambio
de un 20% de los beneficios de los productos que yo hubiese sido capaz de crear. Los taxistas en
lugar de aporrear el claxon intentando poner diques al mar deberían empezar a
contactar con UBER (qué mala espina que sea patrocinada por Google que ya saben
que donde pone el ojo pone la flecha) para redefinir el negocio.
¿Y nuestros
políticos? Maquillando cifras.
O tempora o mores, o no se puede poner puertas al campo. Ahí estamos, en tiempos de cambios vertiginosos y muchísimos no se han dado ni cuenta.
ResponEliminaInercias, zonas de confort, intereses creados............
Pero el mundo está tan apasionante como siempre.