dilluns, 18 d’agost del 2014

MÁS QUE EL PROZAC Y LA VIAGRA



Los fármacos nos tienen en sus manos. El mundo no dejaría de girar si el Sol hiciese huelga pero otro gallo nos cantaría si las farmacias bajasen la persiana y nos dejasen sin píldoras para afrontar la realidad cara a cara. Se liaría un pitote de magnitudes incalculables alejado de las posibilidades manipuladoras de Dios o del Diablo, me arriesgo a pensar que incluso una coalición antinatura de ambas castas de la salvación y la condenación no pasarían de ser una pistolita de agua frente a la coraza pétrea de las combinaciones químicas que nos arrancan los males a base de comprimidos. 

Un mundo basado en cimientos enfermos es un chollo para los fabricantes de antidepresivos. Darle a la manivela y esperar réditos. En el colmo de la productividad construyen sectores que tienen su centro en los perniciosos efectos secundarios,  o sea cobrar dos veces por el mismo engaño. Y qué me dicen del desafío a la gravedad del poderío machote. Una pastillita que permite convertir un músculo decrépito en una barra de hierro irredenta al paso del tiempo. Nada de aceptar que los cuerpos humanos tienen fecha de caducidad o que los pellejos son de cemento. Todo es posible si se tiene en el cajetín la química adecuada.
¿Y ahora qué toca? ¿La inmortalidad? No es rentable. Si se pueden cobrar muchos peajes asequibles a todos los bolsillos para qué inventar un remedio total, hay que seguir regando la existencia de peligro para que nadie sospeche. Eso sí, hay que renovando el miedo periódicamente, hay que tener productos estrella que cautiven los pánicos, léase SIDA o ÉBOLA, los snobs y los incautos están preparados para pagar lo que no tienen por un remedio que no saben muy bien lo que remedia. Por mucha crisis y mucha amenaza tecnológica que se cierna sobre horizonte los que mueven el cotarro de las pastillas están afincados en una comodidad inamovible. Pero como buenos poderosos no se confían y es por eso que tienen trabajando a científicos de bata blanca para que sondeen nuevos nichos de mercado del dominio humano. Y ya están dándole vueltas a un negocio que más que apuntar a la eternidad proviene del retrovisor.
Una de las cosas que más duele al ser humano es el pasado. Por mucho que se esfuerce, vía subconsciente o consciente, sale a flote para golpear donde más hiere. Es un testigo molesto que condiciona el presente y que alarga su sombra hasta el futuro. Cómo no se les ocurrió antes a los negociantes de la felicidad ¡Pastilla que te crió! La del olvido selectivo, una cajita de seis comprimidos y todos los errores cometidos en el pasado desaparecen para siempre y con ellos la responsabilidad del paciente. El contador se pone a cero y se crea una nueva vida libre de ataduras absurdas. Los únicos que son inmunes al nuevo fármacos son los psicópatas que están aumentando en las estadísticas sociales en peligrosa progresión, tal vez para ellos se invente un antídoto que obligue a recordar las tropelías del pasado para que cuando les vuelva la conciencia se vean obligados a chutarse con la gama de productos que bombardean la memoria .  
Si les sobra un durillo (nada de invertir en nuevas tecnologías y otras zarandajas), pónganlo en cualquier laboratorio que ande investigando en la goma de nata del recuerdo, beneficio seguro, más que el Prozac y la Viagra juntos.

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