Empecé mal este setiembre. En un arrebato irreflexivo
accedí a ver en el You Tube (diabólico invento) una conferencia del filósofo
Miguel Morey que llevaba por título SobreNietzsche, el filósofo como artista.
Les puedo garantizar que no me he
recuperado todavía. El ponente aseguraba que una de las especialidades de
Nietzsche era llevar a quien se atrevía a leer sin prejuicios su obra a un
descampando intelectual sin coordenadas. En el mundo actual, caracterizado por
credos que ofrecen todas las seguridades, es necesario (al menos en mi caso),
visitar la intemperie y sentir la desnudez intelectual que conforma nuevos
horizontes. Creo que los síntomas de agotamiento de esta civilización que fenece así lo recomiendan.
Se
necesita mucha fuerza para poder vivir y poder olvidar en qué medida la vida y
el hecho de la injusticia son una misma cosa.
¡Patapam! La sentencia descabalga la rutina
cognitiva y empieza a mostrarnos un camino inverso que aterra. La lógica de la
manada empieza a resquebrajarse por su raíz. Esos cantos de sirena que nos anuncian
recuperaciones económicas falaces o salidas del túnel ficticias no son más que comprimidos de amnesia para reinventar la Historia negando la ristra de
desigualdades endémicas desde el inicio de los tiempos.
¿Cuántos
esfuerzos necesitó la humanidad para
llegar a la victoria sobre el olvido y para que esos esclavos del instante
emocional y apetitivo tuviesen siempre presentes unas cuantas exigencias
primitivas de la convivencia social?
Morey recuerda en su magnífica conferencia la imagen
que crea Nietzsche sobre la esclavitud del hombre moderno, una soga le deja
moverse y creerse libre, pero está atada a un poste que lleva por nombre
INSTANTE. La ausencia de memoria (de nostalgia) le impide proyectarse sobre el
futuro. La escasez lingüística en la que nos movemos actualmente impide
rescatar el pasado en un acto “fantasmagórico” que diría el filósofo alemán. El
presentismo proporciona una intolerancia al fracaso que atormenta las mentes
humanas hasta dejarlas al borde del precipicio al albur de los antidepresivos.
Ahora los anuncian en prime time, la propaganda engaña anuncia que las pistallas son para pensar
en positivo.
Nietzsche pretende crear una alternativa a esos
animales olvidadizos. Un nuevo ser al que le sea lícito prometer (ya sé que el
verbo asusta). Para él, la promesa es la capacidad de poder responder de sí
como futuro, da dar la propia palabra para el futuro, de mantenerla en y para
el futuro. Es ahí donde Nietzsche cifra todas las esperanzas en la práctica
política RESPONSABLE.
Ese nuevo hombre prometedor y comprometido se ha forjado
dentro de un mecanismo corporal que no se deja dominar por el autoengaño
apolíneo. Sólo lo que no deja de doler
queda en la memoria. Las dulces democracias que se sustentan en el olvido
del dolor (desaparecidos, campos de concentración, desigualdades) fabrican
ciudadanos olvidadizos incapaces de comprometerse con el futuro de una forma
responsable.
Después de lo dicho y lo citado supongo que
entienden el frío que invade mi descampando intelectual.
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