Cada uno encomienda sus devociones a quien le
viene en gana. A mí, el crucificado con corona de espinas no me pone, en cambio, ese saco de huesos con vaso de whiski en la mano es capaz de elevarme al paroxismo
religioso más integrista. Gocé (éxtasis místico) con la homilía del Maestro en Cuatro. Propongo a los magnates (mangantes) televisivos un Pueblo de Dios semanal del cantante de Úbeda. Con sus piernas
cruzadas y la voz cazallosa de tanto vicio acumulado, encaramado al púlpito de un chester que le puso el incisivo (ayer monaguillo
hipnotizado de admiración) Risto Mejide. Mis ojos en el espejo matinal todavía conservan los estigmas de la emoción.
El primer aldabonazo auguraba aleluyas gloriosos,
afirmó que había accedido a la entrevista porque era un programa en el que se
podía hablar sin que a media conversación apareciese el incordiante slogan de
“ahora nos vamos a la publicidad”. Y
se lo espetó a un publicista. Sabina sabe perfectamente quién maneja la barca
de la tele pero exige respeto de cristal para la palabra, ¿se imaginan
un anuncio de tampax en medio de una perorata del aburrido Bergoglio? Pues él
pudo hablar sin miedo a que el poder de la coca-cola lo interrumpiese.
Y habló de todo. Y saben por qué, porque le da la
gana, porque las 400 canciones que ha compuesto le dan autoridad y libertad
para tener una visión del mundo y una voz propia. Ha viajado, ha leído, ha
sentido y sabe destilar el máximo común divisor de la esencia humana en cada
risa desbocada, en cada elevación de voz litúrgica. Confesó sin rubor que se
chupa la telebasura y que en el estercolero investiga las bajezas de sus
contemporáneos de las que él también participa. No se le ocurre hace discursos
políticamente correctos, ni siquiera con sus adicciones más famosas, no es
ejemplo de nada, no tiene más verdades que las que cuentan sus canciones que
son tan incoherentes como quien las fabrica. Harto de fariseos necesito un
canalla a mano. “Los antitaurinos tienen
razón, pero yo voy a los toros”. Y miles de Torquemadas lo esperaban en la
puerta de la plaza en Barcelona para utilizarlo de líquido inflamable, igual
que cuando cantó en Israel con el que no le toca nada y es su hermano o cedió una canción a Ciutadans. Le suda la
chorra, provoca para sacar bilis ajena, para exprimir las hipocresías de esta sociedad
con poses pequeñoburguesas cuando hace cuatro días cagaba en el corral. No
sometan a psicoanálisis sus excesos si no quieren que en el esfuerzo les salte
algún testículo, yo solo me conformo con rastrear versículos sagrados en sus
canciones y en sus declaraciones, nadie está obligado a la devoción que yo
siento por él, y después de treinta años de seguir sus inconveniencias (algunas
me provocaron revoluciones), yo lo veo en plena forma, volviendo de todo y
reafirmándose en la búsqueda del absurdo, bandeándose sin equilibrio entre la
pasión y la muerte. Porque a los 65 años no se folla, lo dijo el Maestro,
aunque se tienen ganas, pero cumplir lo que se dice cumplir no se cumple, y lo
dice con la boca estrecha debajo de los ojos que delinquen. Y el sacerdote más
falaz se tuvo que plegar al amor que arrasa de “su peruana” y reconocer que le
debe la vida tanto como las canciones que ya forman parte de la eternidad.
Porque como se encargó de recordar medio de soslayo se muere el Gabo pero nos
queda Gabriel García Márquez. Y tal como me recordó mi señora en la oscuridad
de una noche que todavía temblaba con las palabras del Maestro, un día (el
Diablo no lo quiera) nos enteraremos que ha entregado el equipo Joaquín
Martínez, pero siempre nos quedará Sabina.
Joder, mira que se nos hará difícil la vida sin que nadie multiplique los panes y los peces de ciudad.
Joder, mira que se nos hará difícil la vida sin que nadie multiplique los panes y los peces de ciudad.
Sois dos de mis andaluces favoritos.No se debe comentar nada más.
ResponEliminaBesotes grandes.
Un honor.
ResponElimina