Son los reyes de las pantallas. Ni los timos del
pujolismo, ni las muertes de niños palestinos, ni los tanques rusos en
territorio ucraniano, ni el ébola, ni los negros subidos en las vallas de la
vergüenza, ni los cantos de sirena de la recuperación económica, ni los amantes
de la hija de la Pantoja, ni los fichajes del Barça y del Madrid juntos, nastic
de plastic. Los meteorólogos tienen tiempo (para explicar el tiempo) a
espuertas en los informativos. Desde Finisterre hasta Gibraltar, las
temperaturas máximas y mínimas, las estadísticas de todo el siglo, la
pluviosidad por regiones, las marejadillas de la costa y el tiempo que hará en
Europa durante la semana siguiente. Minutos y minutos subvencionados por cualquier
multinacional de la energía.
Una verdad absoluta que se escondía en nuestra
faltriquera intelectual era que el verano tiene que estar dominado por el sol y
el calor. Es nuestro sino, el clima que nos corresponde así lo marca. Nuestros
poros ya se disponen al látigo térmico y nuestros armarios menguan de volumen.
Pero este año no. Ha llovido lo que no está en los escritos y en las playas
tórridas de antaño se ha vivido en constante biruji. Y ya han empezado los
agoreros a pronosticar y las conversaciones de ascensor a subirse de tono por
culpa de lo imprevisible.
Y ya saben ustedes que el ovillo se empieza por
una punta pero no se sabe por dónde puede acabarse. Si se ha torcido una creencia
tan absoluta como la del verano qué no puede pasar con otras que pululan por la
esfera de lo inamovible. No sé, yo si quieren les receto una andanada de mi
amigo Federico.
¿Qué
es entonces la verdad? Un ejército móvil de metáforas, metonimias,
antropomorfismos, en resumidas cuentas, una suma de relaciones humanas que han
sido realzadas, extrapoladas, adornadas poética y retóricamente y que, después
de un prolongado uso, a un pueblo le parecen fijas, canónicas, obligatorias:
las verdades son ilusiones de las que se ha olvidado que lo son, metáforas que
se han vuelto gastadas y sin fuerza sensible, monedas que han perdido su
troquelado y no son ahora consideradas como monedas, sino como metal.
Friedrich Nietzsche. Sobre verdad y mentira en
sentido extramoral.
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