Imaginen ustedes una familia de cuatro miembros
que tiene como único ingreso los 426 euros de la renta mínima de inserción (curiosa
denominación). Los padres (ministros de economía de la república independiente
de su casa) exigen a sus dos hijos unos dráticos recortes llegar a final
de mes. Beberán menos leche, reducirán el pan, consumirán menos luz, recortarán
en móviles y otros aparatos digitales, no tendrán paga extra para salir el fin
de semana, pagarán los libros escolares a plazos y se suspenderán las
subvenciones para tabaco y alcohol. No hay más remedio. No se puede estirar más
el brazo que la manga. Hay dinero solo para pagar la hipoteca y para comer.
Imaginen que esos hijos montan la de Dios cuando se les anuncian las medidas
restrictivas, se amotinan y se cagan en la crisis pero al final creyéndose la
realidad macroeconómica que pintan sus progenitores renuncian a vivir por
encima de sus posibilidades y endeudarse. Imaginen que los hijos descubren que
su madre ha comprado un caro perfume francés que guarda bajo llave o que su
padre mientras predica austeridad sigue pagando el abono del Madrí o que cuando
ellos están en el cole se pegan unos buenos tiberios de jamón serrano.
Las magnitudes de la macroeconomía dificultan los análisis, cuando se empieza a medir en millones de euros los minúsculos
ciudadanos desconectan y se fían de intérpretes que muchas veces son trileros al
servicio del que monta el andamiaje numérico. Concretamente quiero referirme a
los Presupuestos Generales del Estado del 2015. Los manipuladores conducen hábilmente nuestra mirada a los árboles de primera fila para que
comprobemos que se mantienen estables. Que la manga tapa bien el brazo. A la que superamos la primera pantalla de perfección podemos descubrir
árboles más altos y más robustos de lo previsible, incluso especímenes exóticos
que nadie esperaba en hábitat austero.
Inés Calderón en un artículo en EL ECONOMISTA
detalla quince partidas de difícil comprensión. Una Agencia Estatal de
Meteorología que gasta 120 millones de euros (45% más que el ejercicio anterior),
pensiones de guerra 75 años después del evento (215 millones de euros que
compiten con los recortes en dependencia), incremento en billetes de transporte
de los ciudadanos residentes en los territorios extrapeninsulares (10% de
incremento, ¿esperan que viajen más?), subvenciones a fundaciones a troche y
moche, 30 millones de euros para la Obra Pía de los Santos Lugares (estado
laico cien por cien), o trucos como mantener el presupuesto de la Casa Real
pero cascarles bajo manga (Apoyo a la Jefatura del Estado) 6 millones de euros
del ala. Si juntamos todas las pedreas nos dan un Gordo de narices. Si quieren unas buenas tijeras de poda les sugiero consultar periódicamente la web de la Fundación Ciudadana Civio que está al loro de los excesos de los mandamases en su sección El BOE nuestro de cada día.
Pero no paren ustedes la imaginación. La familia
que está sufriendo recortes se permite cambiarse la televisión en verano con la
prosaica excusa de que no se pueden permitir ver los Mundiales en una carraca.
Rompen toda la austeridad cuando le toca a un concepto sagrado para los machos
de la familia. El Ministerio de Defensa lleva tres años sableando a las arcas
estatales con alevosía (50% del presupuesto) y nocturnidad (en el mes de agosto
cuando solo quedan los becarios en los medios de comunicación y la actividad parlamentaria está suspendida).
Cuando vean al Plasmático Rajoy o al Fraguel
Montoro o al LemanBrotheriano De Guindos explicando los pormenores del gasto público supriman el volumen de la teletonta, no es necesario. Ya han visto los árboles que esconde el bosque de la
ignorancia.
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