Qué ves pregunta un sujeto que señala una botella.
Una botella.
La cotidianidad convierte las miradas en
automatismos. Miramos donde quieren que miremos y de la forma que nos han
enseñado a mirar. Mirada previsible. Kafka quería convertirse en un chino que
volviera a casa. Un extraño que mira su propio mundo con extrañeza después de
haber mirado en otros lugares. La mirada nueva mata la rutina que convierte la
vida en incolora, inodora e insípida. Mirar hasta aburrirse, ennortarse,
abstraerse, ensimismarse.Verbos incompatibles con la mirada adicta a los estímulos.
Qué ves pregunta un sujeto que señala una botella.
Qué tengo que ver.
La mirada repetitiva y domesticada por la
costumbre exige que las cosas sean sin más. Una carretera, un árbol, un perro.
Los nombres, etiquetas amorfas. No ha pensado que pudiera ser una serpiente, un
estandarte, un huracán. Las metáforas, tan perseguidas en este mundo por no
pertener al club de lo obvio, crean arte y renombran el mundo. Los adjetivos
aparecen para complicar la mirada con sus matices tendenciosos. La apartan de
la esclavitud de la homogeneidad. Los adjetivos calificativos se llevan los
honores pero yo no quiero olvidarme de otros más obreros, con aparente menos
recorrido, esos demostrativos, mis posesivos, hasta algunos indefinidos,
alteran la mirada clonada para imprimirle circunstancialidad.
Qué ves pregunta un sujeto que señala una botella.
Tu dedo.
La mirada banal es un rastreo panorámico que se lo
lleva todo por delante, que no repara, que no capta lo invisible. Escanea
lo relevante y se conforma con el ridículo botín. Veo yo y ves tú, vemos
nosotros y verán todos. ¿No lo ves?
Qué ves pregunta un sujeto que señala una botella.
No lo quiero ver. No quiero ni mirar. Me da asco
mirar lo que todo el mundo mira. No ser capaz de aportar mi propia visión de lo
mirado. Ser manada, rebaño, ojos sin alma.
Mi
ocupación preferida es mirar. (Mercè Rodoreda)
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada