En la superficie están los fariseos y en los
sótanos los listos. Mientras arriba se estilan los golpes en el pecho escandalizados
por la actitud vergonzante de los consejeros de Caja Madrid que utilizaron la
neoarchiconocidas tarjetas que escupían dinero negro, en los sótanos, lugares
lúgubres donde no cotiza lo políticamente correcto y está perseguida toda
forma de hipocresía, suele imperar un cordura productiva que otorga licencia de
lógica a lo que los incautos de arriba califican como tropelías. Si te dan barra
libre y la responsabilidad en el desfalco es derivada, se puede considerar NORMAL que decidas
consumir lo que te venga en gana, desde masajes a jamón de Jabugo desde
instrumentos musicales a rosarios. El perfume de la honestidad huele a supermercado
de suburbio, en los sótanos solo gastan incienso de Christian Dior.
Algunos no lo hicieron esgrimen los incautos del
primer piso mientras se produce desternillamiento generalizado en los sótanos.
Allá su conciencia. La ética para estos habitantes del inframundo es un chicle,
se puede alargar y acortar según el momento y los protagonistas.
En la superficie rigen los prejuicios. Si el que
mete la mano es un sindicalista el murmullo se convierte en vocerío, uno de los
nuestros en el negocio de los otros. Si el que saca los billetes de la chistera
es un ricachón se pasa por alto, ya se sabe que llevan el beneficio en la
sangre. Si la mano que gasta es de un político se etiqueta de corrupción y después
de dos exabruptos y dos retahílas consabidas se crea una comisión de
investigación de las que arrojan impunidad a raudales.
Colocada la moralidad en el borde del plato, el
intríngulis de las tarjetas está en la discreción. La casta de
tarjeteros creó una atmósfera de intimidad proclive al mangoneo que se prolongó
durante años. Quién denunciará un sistema del que se beneficia, los habitantes
del sótano aplauden a rabiar la pericia de Blesa y sus caballeros para
encontrar el equilibrio perfecto. Los de la superficie siguen estupefactos por
la facilidad con la que trincaron y suspiran por las noches por llegar un día a
ser suplentes en la lista de los elegidos ¿Y la policía? Hagámoslos partícipes
del negocio y estarán ocupados deteniendo inocentes protestones. ¿Quién pagará
la factura de los derroches? Para eso ya están los abuelos con ahorros que se
fiaron de los encorbatados directores de sus sucursales, amigos de toda la vida
que los metieron en el infierno. Luego se les chupará la sangre a los currantes
de tres euros la hora que pedían hipotecas para optar al premio de candidatos
VIP al desahucio. Los que no saben. Los que no van. Los que no tienen ventana
por la que mirar. Los que jalean a veintiún tíos persiguiendo una pelota. Hacienda
somos todos.
El gran problema de las tarjetas black no ha sido
el dinero gastado, el país siguió su curso, la crisis tapó las vergüenzas, el
gran problema seamos serios y didácticos a la vez, fue ese maldito delator que
rompió el círculo virtuoso para satisfacer el ego de un partido justiciero. En
los sótanos no hay micrófonos, ni cámaras, ni correos fraticidas. Los directivos más astutos del condado estaban
dispuestos a darle una tarjetita si hubiesen sabido de su peligro, se aprovechó de su buena voluntad y de su confianza, qué vergüenza. Por
favor, aguafiestas, que donde caben mil caben mil uno.
En el sotano además habitan aquellos que gastandose nuestro dinero tienen la poca vergüenza de apuntillar diciendo que no sabían que estaban haciendo algo ilegal, son muy listo para lo que quieren, para otras cosas, se hacen los tontos y lo que es peor, nos toman por tontos.
ResponEliminahttp://curiosidadesasombrosasweb.blogspot.com.es/
Tontos muy listos.
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