Mujeres
palestinas de presos condenados a largos períodos de cárcel por delitos de sangre se
inseminan a pesar de que las autoridades israelíes prohíben los encuentros vis
a vis. Es una transgresión, un símbolo de resistencia y de rebeldía, muchas de
ellas se enorgullecen de ser máquinas de nuevos insurgentes contra el yugo
judío. La insurrección me gusta, el método y los instrumentos no tanto, me hablan de una
sumisión velada a los intereses del patriarcado. Los hombres hacen la guerra,
las mujeres paren los hijos que volverán a ir a la guerra. Las mujeres palestinas
inseminadas han tenido que dar explicaciones a la comunidad que las
envuelve, siempre igual, justificando su sexualidad. Los embarazos imposibles eran motivo de juicio sumario y la mujer pasa cuentas con la
desconfianza masculina, con la moral masculina, con la religión masculina. El
hijo que nace de la inseminación rebelde se verifica con pruebas de ADN a la
que asisten los familiares del hombre y
de la mujer, cuenta con la bendición de los imanes y la celebración del pueblo oprimido que convierte los llantos primigenios del bebé en una victoria nacional. Un proceso de inseminación normal cuesta
sobre 3000 euros, las mujeres de los presos no pagan más de 200. No me queda
claro si los hijos que nacen son fruto del odio o del amor, de la resistencia a la
opresión o de la persistencia del patriarcado o incluso de las dos a la vez. Demasiadas sombras.
Lo que sucede en Palestina me trae otros vientres
a la memoria. Los de las mujeres de orígen bosnio-musulmán violadas
sistemáticamente (se habla de entre 20.000- 50.000) por soldados serbios. Como
dice Gayatri Spivak, pensadora india
"una celebración metonímica de la adquisición territorial". Y después las consecuencias, los hijos del
vencedor creciendo en vientres de las madres de los vencidos. A los hombres los
matan y a las mujeres las preñan. El semen que pasa fugitivo la frontera árabe-israelí,
el semen que limpia etnias. Otra vez todo se entremezcla, el dominio político y el dominio de género.
También empujan los vientres de las mujeres
españolas en mi mente, el fallido intento de saqueo del ínclito Gallardón y los
nobles sentimientos de los meapilas que lo avalaban, disponer sobre la máquina
reproductora sin contar con la titular. Legislar, condenar, amedrentar,
disponer, permitir, prohibir. Verbos que se escupen sobre el vientre de la
mujer mientras hacen propaganda de su protección. El derecho a la vida, el de los niños palestinos inseminados en cautiverio, el de los niños bosnios o serbios (quién tiene se los agencia a su ejército), el de los niños que no se desean pero que alguien impone que nazcan.
Muchas batallas en el vientre femenino que no suponen victorias para la mujer.
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