La expresión es una traducción quinqui/moderna del
clásico NO ME CALIENTES LA CABEZA. Y no saben ustedes las ingente multitud de
seres humanos que no tienen ninguna intención de que su parte pensante suba de
temperatura más de lo que marca el fútbol o la tele. Decía Pérez-Reverte a
Iñaki Gabilondo (irresistible entrevista) que el gran problema actual de la
humanidad es que hay una mayoría abrumadora que viven como si no existiese la
muerte, yo lo entiendo como sinónimo de sin pensar. Es una epidemia peligrosa
que genera entes eternos sin más ansia que fabricar presentes. Los autores
materiales del top NO ME HAGAS LA OLLA pudieran ser los mismos que apelasen al
lema QUÉ NECESIDAD TIENES DE SACAR EL TEMA DE LA MUERTE. Mucha. Necesito
calentarme la cabeza y enmarcar la muerte para poder vivir con algunas briznas
de coherencia.
La OLLA solo me la calienta la gente que anda
hurgando en la revelación de la que hablaban grandes pensadores como Nietzsche
o Zambrano. Ir más allá del decorado tétrico con el que se despierta el mundo
cada mañana y rebuscar en las fuerzas telúricas que lo mueven y lo han movido a
lo largo de la Historia (revelaciones creativas constantes), no hay que
conformarse con caldos prefabricados con análisis manipulados que indican la
ÚNICA dirección. Y eso no se conseguirá en la frialdad del cerebro anestesiado
y dócil que lleva en piloto de ahorro de energía para no ascender a pisos
incómodos que obliguen a cambios profundos y estructurales.
Los que nos COMEMOS LA OLLA necesitamos CHICHA,
Maestros/Maestras que nos metan huesos en el caldo para que podamos deshacerlos
al calor del funcionamiento de la parte superior de nuestra estructura. Esta
mañana me he encontrado con una que me ha dejado temblando, es la
dramaturga/actriz Angélica Liddell (que ya les presenté en el post ANGELICALMENTE TRANSGRESORA) que
presenta su obra Tandy (inspirada en Winesburg, Ohio de Sherwood Anderson), primera
del ciclo RESURRECCIONES (empiecen con esta palabra como chispa que encienda el
fuego sesudo).
Primer hervor: Empiezas a pensar en la trascendencia, en el valor del espíritu por encima de la decepción de la carne... El mundo espiritual empieza a tener más importancia que el material. Te gustaría creer y deseas cosas que la vida ya no te puede ofrecer.
Segundo hervor: Lo que para mí es el amor, el
amor verdadero, el que nace para reivindicar la libertad individual frente a la
convención y al orden social, ese amor es tratado como una enfermedad.
Tercer hervor: La
búsqueda espiritual de los no creyentes es tan escarpada como la fe, y la fuerza de esa búsqueda nace de la necesidad de Dios, no de la
existencia de Dios.
Cuarto hervor: Pienso que
la única opción es la anarquía, ese NO ESTADO, como propone Chomsky, donde cada
individuo es consciente del bien y del mal por sí mismo sin necesidad de
ideología ni de partidos. Pero
el alma humana no está a la altura del derecho, y por esta razón la anarquía es
una utopía.
Puede que la culpa de todo la tenga mi cómplice que
ayer estuvo haciendo caldo y me provocó estos delirios tan útiles.
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