dilluns, 17 de novembre del 2014

MONAGASCO




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Adjetivo aplicable a los casos de malversación de fondos públicos donde las instituciones sableadas certifican gastos sin comprobar que fuesen destinados realmente al objetivo para el que fueron creados, donde se apela a la honradez como valor incuestionable por parte del sujeto acusado amparándose en una vida austera como prueba de cargo o donde se considera que la causa última de la denuncia de despilfarro es un linchamiento generalizado auspiciado por los enemigos del político en cuestión que intentan descabalgarlo de la responsabilidad que le encargó el pueblo en unas elecciones democráticas. 


Los casos monagascos se distinguen por no mover cantidades elevadas de dinero como puede ser el caso de los pujolescos que también presentan discrepancias en el método, suelen atribuir los desvíos de fondos a la falta de memoria o de oportunidad para regularizar situaciones incómodas. 
La singularidad de lo monagasco estriba en la reiteración de la mentira con versiones cada vez más rocambolescas, la extraña terquedad con la que se intenta convencer a la opinión pública de una inocencia que no sustenta la lógica más elemental o por la utilización de la táctica tinta del calamar que consiste en ennegrecer todo el panorama para que al final el hecho monagasco se vea como ridículo e insignificante. 
Entre las alharacas que pueden adornar los casos monagascos encontramos el honor, la presunción de inocencia, el daño a terceros (especialmente los hijos que quedarán estigmatizados para siempre), el derecho a la intimidad y los aplausos de la casta podrida que quieren encubrir a un compadre para que se oculten otros boquetes económicos de mayor magnitud y gravedad.
El origen del nombre de esta especialidad de malversación de fondos públicos se atribuye a  José Antonio Monago, presidente de la Junta de Extremadura, que mientras ostentaba el cargo de senador y presidente del PP de Extremadura durante los años 2009 y 2010 se desplazó en 16 ocasiones a la isla de Tenerife donde vivía su compañera sentimental siendo costeados los desplazamientos en su totalidad por el Senado y pretendió convencer a 46 millones de españoles que todos los viajes habían sido motivados por cuestiones inherentes a su cargo.


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