Hace tres años que me la robaron, donde quiera que
esté, mi extra es mía, me la gané con el sudor de mi frente y figuraba en mi
contrato. Me produce úlcera la risita sardónica que le aplican al Coletas
cuando habla de no pagar la deuda los mismos que me han pispado mi extra
impunemente. Las deudas bancarias son sagradas y las deudas conmigo inexistentes.
Me he vuelto profundamente escobariano (ahora entiendo su dolor por el carro) y
O’Hariano (no fue el viento el que se la llevó) porque pongo a Dios por testigo
que no me olvidaré jamás del atraco perpetrado. No es una cuestión baladí ni
casual. Todo está articulado milimétricamente para formar parte del proceso que se ha venido en
llamar El fin de la clase media.
Los filibusteros democráticamente elegidos
decidieron que nacionalizaban mi extra (y luego reniegan de los bolivarianos) para tapar
los agujeros de la crisis. Había que apretarse el cinturón y oh, qué puntería,
solo ajustaron la hebilla de mi paga doble.
Otro aspecto destacable del fenómeno es que las
banderas coincidieron en el expolio, los que proclaman que no tienen puntos de intersección se equivocan. La del
2012 me la jodieron los del PP y la del 2013 y el 2014 los convenientes
(convergentes) catalanes. Ambos sendos me dijeron por activa y por pasiva que
no había otra forma de frenar el descarrilamiento de la economía patria (las
dos). Calculo que me mangaron la friolera de 9000 euros. Unos cuantos meses
trabajando gratis para Urdangarín, para Pujol, para Bárcenas, para los sobres
que les daban a la cúpula del PP, para Pujol y su puñetero clan, para Millet,
para Blesa, Rato, Granados, los ERE andaluces, el minero asturiano… En qué
bolsillo estará mi pobre extra.
Lo de esta panda de corruptos demagogos no me
sorprendió, en el fondo el atraco desde el poder es un modus operandi más viejo que el cagar. Mi
indignación vino con las acusaciones que me llegaron del resto de saqueados.
Cuando plañía por la pérdida de mi extra me acusaban de tener trabajo, de ser
un funcionario (resucitando todos los fantasmas de Larra hasta hoy), de no ser
solidario con el resto de la sociedad, de no entender de economía y otras
amabilidades que depositaban en mí las responsabilidades descargando la de los
verdaderos artífices del timo. Cornudo y apaleado pensé. La demagogia tiene
estas cosas, cambia al verdugo en víctima en cuatro minutos.
Por arte de birlibirloque, tres años después (no
es baladí el número, recuerden que los períodos electorales se cuentan de a cuatro)
el Fraguel Montoro ha prometido
devolverme en enero una pata y un brazo de mi extra del 2012, o sea el 25%.
Nada tiene que ver que vengan las municipales y las autonómicas, ha sido un
gesto de honradez política, de reconocimiento a mi esfuerzo. El déficit sigue
aumentado pero con los cuatro datos megaeconómicos que han podido maquillar quieren
apaciguar mi ira y la del resto de funcionarios públicos. El Mesías Mas anuncia
a bombo y platillo que me liberarán la extra del 2015, solo falta que alguien
le apruebe los presupuestos. Ara és el
moment. Durante dos años no. La economía catalana y sus números van de mal
en peor (según ellos por culpa de los ladrones de mi extra del 2012) pero este
2015 sí que se pueden hacer cargo de darme lo que me merezco. ¿Yo debería votar
independentista si la cobro, verdad?
Me sabe mal que me hayan guindado tamaño dineral
pero me sabe peor que me tomen por gilipollas.
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