Aún coincidiendo con el Maestro Sabina en que las mejores promesas son aquellas que no hay que cumplir,
propongo este escrito como acta refundacional de VOZ ÁCIDA. Admito que la creación del
blog respondió a un ansia de dejar correr el cabreo
acumulado, convertir en palabras la bilis estancada, mirar críticamente mi entorno y el general y buscar sus claves. Han pasado dos años
del bisoño alumbramiento y la criaturita se ha hecho mayor, 420 escritos
así lo atestiguan.
Confieso que en todo este tiempo he sufrido mal de
brújula, me ha costado mantener el tono del veneno segregado, poner coto a los desmanes del cursi bobalicón que habita en mis cavernas. A la que me descuido aparece con su habitual bonhomía para genuflexionar mi pensamiento ante lo conveniente. Y eso me revienta, cuando me lo desenmascaro se me llevan los demonios.
También he padecido el mal de la vuelta de tuerca menos. Sentía que las costuras de los escritos andaban anchas. Supuse que ser juez y parte de una realidad hedionda ofrecía la justa temerosidad para que el castigo fuese soportable. Duele hincar el bisturí en las inercias hasta conseguir que sangren las incoherencias. Pero no me bastaba, había algún mal recóndito que seguía frenando el revés de mi raqueta para ofrecer el golpe que vota sobre la misma línea. La Maestra Angélica Liddell me ofreció su llave inglesa en su homilía Llaga de nueve agujeros.
También he padecido el mal de la vuelta de tuerca menos. Sentía que las costuras de los escritos andaban anchas. Supuse que ser juez y parte de una realidad hedionda ofrecía la justa temerosidad para que el castigo fuese soportable. Duele hincar el bisturí en las inercias hasta conseguir que sangren las incoherencias. Pero no me bastaba, había algún mal recóndito que seguía frenando el revés de mi raqueta para ofrecer el golpe que vota sobre la misma línea. La Maestra Angélica Liddell me ofreció su llave inglesa en su homilía Llaga de nueve agujeros.
La
palabra busca la aprobación constantemente. Busca la aprobación general, la
palabra ama la opinión general, ama el poder. Pero el mundo está fundado en el
sufrimiento y en el mal, y la palabra puede ser usada para ir contra el mundo,
para rechazarlo, la palabra puede ser usada para ahorcarnos contra el
abotargamiento consumista, contra la borreguería tribal.
No hay abrigo para la acidez verdadera (adjetivo que será mi
motor durante este nuevo episodio), su supervivencia mama de la marginalidad.
No hay propósito encomiable, objetivos sólidos en los que edificar, estrategias adecuadas para llegar a buen puerto. Nada de nada, mamarrachadas. Me sigo amparando en la Maestra Liddell para reclamar la audacia que provoca la ausencia de recompensa.
La
violencia poética fracasa al certificar que nada transforma a los idiotas. Los
idiotas ni siquiera pisan los teatros. Y entonces uno se cubre con los
relámpagos de la impotencia.
El mundo se desangra por la infelicidad constante de sus miembros, por mucho que se engañen y lo oculten, anda extenuado de mentiras. Las que largan los
idiotas (abrumadora mayoría), los que nos gobiernan y los que pontifican desde cualquier
púlpito desocupado. Nos desaniman con sus miserias o nos alientan impunemente con sus lemas gastados, nos embadurnan de argumentos ramplones para exprimir una vida que no nos pertenece de tanto alquilársela. Nos abren
veredas únicas para que les acompañemos en su mediocridad. Nos hacen sentirnos
de su misma casta y condición. Y por no sentir la solitaria disidencia postergamos la réplica. Y yo no quiero. Hasta donde pueda quiero resistir, invocar
ese relámpago impotente para desmontar con
chispas certeras la sociedad
pequeñoburguesa, bienpensante, correcta, falsamente moderna, falsamente
comprometida, falsamente culta.
¿Pretencioso? Tal vez. Otros canalizan sus frustraciones apuntándose a un
gimnasio, cada cual es cada quien, yo me comprometo a dejarme llevar por los
mandamientos de la Maestra Liddell, discípula de Lilith, que empujan abiertamente a la
intemperie.
Debemos
arriesgarnos y entregarnos a la desaprobación, no a la aprobación. Si hay
todavía algo que la gente no quiere escuchar, eso es lo que hay que decir, todo
aquello que la gente no quiere escuchar, eso es la libertad, decir todo aquello
que la gente no quiere escuchar.
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada