Érase una vez un profesor bonachón intentando
orientar a una alumna de cuarto de ESO sobre su futuro profesional. Intentaba
paliar su desesperación derivada del síndrome zapping (ya,ya,ya) detallándole las
posibilidades con suma paciencia, sopesando pros y contras.
- -Humanidades
no, no sirven para nada…. No tienen salida.
El profesor encajó la guantada con estoicismo, él
había estudiado Historia pero no era ajeno a que eso es lo que se palpa en el
ambiente, lo que se trasmite de boca en boca, hay un convencimiento
generalizado de que lo único que tiene “salida” en este mundo cibernético son
las carreras técnicas. Pues tampoco pensó para sus adentros. Para relativizar
la ofensa se defendió con una pequeña evidencia.
- -Mujer,
te puedes dedicar a ser profesora de secundaria…
La interfecta lo miró con esa displicencia
hiriente que solo tienen los adolescentes airados, cargados de pensamiento
ilusorio creen que el trono del mundo les está esperando. Cuando el profesor
asumía su incapacidad para mover creencias como rocas, de la segunda fila,
emergió otro puño inesperado.
- -Yo
creo que después de puta es lo peor.
Érase una vez un profesor forjado en los tiempos
en que el ascensor social funcionaba que malhumorado entró en su departamento a
compartir la ira con sus colegas. Él que se creía una institución, un guía, un
modelo, convertido por una mozuela deslenguada en trabajadora de la carne. Inició
una letanía de exclamaciones de incredulidad, invocaba al respeto y a la consideración
del docente (¿y la puta?). Él que consideraba a aquellas mozuelas como
inteligentes hasta el justo momento en que se produjo el oprobio.
Érase un colega ponderado y realista que le
advirtió que lo que la alumna le había espetado en el ejercicio de su derecho a
la libertad de expresión (tan de moda) no era tan descabellado. Con una
inteligencia inconsciente había puesto el dedo en la yaga. Las prostitutas
venden su cuerpo, principal activo, y los profesores de secundaria venden sus
titulaciones y sus saberes para actos poco edificantes. Hay quien ve en la
prostitución un acto de amor o una función social, hay quien se niega a ver la
espectacular devaluación de la función docente en aras de conservar una
dignidad intelectual ficticia.
Infantería barata, seguratas con carrera,
psicólogos arreglalotodo, terapeutas familiares a precio de saldo y si queda
algún minuto se les permite meter algo de cultura en el cerebro de los
adolescentes indolentes que pastorean. (Oh, qué visión más negativa y perniciosa).
-¡No compares! ¡Por favor! ¡Entonces todos los
trabajadores se prostituyen!
Érase un profesor bonachón herido en su conciencia
que quería apelar al mal de muchos. El sistema educativo selecciona a los
candidatos más atractivos por su curriculum para después atribuirle misiones
tan arriesgadas como ser los vigilantes del lavabo del instituto. ¡Alguien lo
tiene que hacer! Se buscan pintores de cámara que oculten el fracaso
escolar con brocha gorda y pinturas fosforescentes. ¿Qué quieres? ¿Qué repitan todos los alumnos
que no están preparados? Pasen al siguiente nivel sin tener ni idea del anterior. Ya lo justificarán psicológos contratados a tal efecto.
- -No
eres una prostituta eres un trabajador esencial para el sistema.
El profesor bonachón ya respira aliviado, no tiene
que imaginarse con falda corta en medio de una carretera secundaria. Aunque se
pase el día rellenando cuestionarios ridículos o siguiendo programaciones tan
absurdas como obsoletas, aunque lo amenacen con el destierro si no se ciñe a lo
que mandan sus ineptos superiores, aunque lo zarandeen los alumnos con
intimidaciones invisibles, aunque los padres lo sobornen con sus veladas
amenazas o con sus halagos chantajistas, él es un elemento clave del sistema,
seguro que este fin de semana hay algún suplemento de educación en algún
periódico de postín para elevar la moral de la profesión decadente. Tenemos a un
futuro Nobel de Educación en una escuela de Zaragoza o un premio Josep Pla
abriendo la puerta de un instituto de Tarragona. Toda la sociedad confiando en el cambio que nos traerán los alumnos de hoy (que espere sentada).
Nadie le explica al profesor bonachón, airado y ultrajado, que es esencial para que en esta
sociedad desocupada (no hay trabajo ni lo habrá) que los alborotadores potenciales
(adolescentes) sigan confinados dentro de la institución educativa aunque en su
interior no se enseñe casi nada de valor. El profesor bonachón y sus secuaces,
con su defectuosa interpretación de la realidad permiten que siga girando la
noria, que la sociedad crea que la educación es una pieza fundamental para
escapar del desastre cuando en el fondo es una de las causantes que empuja
fervientemente hacia él.
Los locos y los niños (nuestros adolescentes lo
son mucho) tienen la inestimable habilidad de decir casi siempre la verdad. La
misma que los cuerdos y los adultos disfrazan de autoengaños cordiales.
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