dijous, 22 de gener del 2015

MONUMENTOS Y MONUMENTOS



A la entrada de mi nuevo pueblo hay una escultura de Ildefons Cerdà, urbanista creador del Eixample barcelonés. Allí nació para volver en el 2010 en forma de barras de acero y subido en un par de esferas que según su creador (Jordi Díaz) representan el nacimiento de una idea. Magnífica idea la suya que costó unos 50.000 euros que sufragó íntegramente la Diputación de Barcelona (si lo hubiese tenido que hacer Centelles el pobre Ildefons seguiría sin reconocimiento de los descendientes de los que lo vieron nacer). Hace unos meses una marea amarilla (independentista) decidió tocar al hijo predilecto con una capa del mismo color con el que se  simbolizaban las protestas contra los recortes (paradojas cromáticas). También le hicieron una especie de toga a otra escultura de la plaza Mayor y vistieron la mayoría de farolas del municipio. Yo les comentaba jocosamente a mi amigos que pensaba comprar tela blanquiazul para poner capas con los colores de mi Espanyol a personajes ilustres. Obviamente si mi excentricidad hubiera llegado a término habría sido acusado de incívico y las mismas jerarquías que callaron ante el poder amarillo me impondrían una multa por desacato a unas ordenanzas también amarillentas. Quién me habría creído para apropiarme con intenciones partidistas (futbolísticas nada menos) del espacio público. Eso solo lo pueden hacer los que tienen poder político o el poder de Fuenteovejuna.

El problema de los monumentos es que sus materiales resisten el paso del tiempo pero su simbología queda obsoleta por la propia lógica efímera del poder. Los siguientes mandamases deponen las esculturas de los perdedores para poner las suyas, con la misma pompa y boato, qué ceguera compartida rige a los vanidosos que quieren pasar a la historia por la puerta grande. Más fascinante es la iglesia católica que con beatífico candor se conforma con poner su sello (la cruz básicamente) para convertir lo pagano en franquicia propia en un escorzo que suele provocar un eclecticismo caótico.
Monumentos que concitan revoluciones para que todo siga casi igual (acuérdense de la defenestración de la estatua de Sadam Houssein), monumentos que se caen cuando se conocen secretos que atentan contra la distinción del presunto ciudadano ejemplar (Pujol derribado en Premià de Dalt por unos justicieros anónimos). Monumentos absurdos y ególatras que sirven para medir la calaña moral de los que los encargan o los consienten (el de Sonia Castedo se lleva la palma).
En el Convent dels Àngels de Barcelona, el MACBA ha organizado una exposición con el título de MONUMENT. Se la recomiendo. En el marco de los fastos del Tricentenario (patrocinado por la Generalitat, o sea, el poder) han encomendado a 28 artistas que reflexionen y que dialoguen con el fenómeno monumental. ¿Puede haber monumentos que no refuercen ni propaguen el discurso del poder? La pregunta que le lanzan los comisarios a los artistas me la responde Benjamín Prado en un magnífico artículo en el País. Se hace eco del movimiento de artistas urbanos BOAMISTURA y su proyecto Madrid, te comería a versos

Yo me encontré de sopetón su obra por las calles de Malasaña y me dio consuelo saber que no está todo controlado, que el espacio público también puede ser ocupado por subversivos que inviten a otra reflexión que la del rebaño o la del caudillo.  

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