La filosofía debe ser callejera y mundana, de la contemplación
directa de cada suceso podemos extraer gramos de pensamiento y
posteriormente contextualizarlo culturalmente, amasarlo con los que nos precedieron en el pensamiento y extraer claves éticas con las
que dar coherencia a nuestra existencia. En todo ese recorrido de lo particular
a lo general hay un filtro que es el pensamiento crítico y que debiera
modificar el circuito y sus piezas si los hechos no se corresponden con las ideas.
No es tan
fácil. Las cosas están como están porque hay otra vía que conduce a la inacción
perfecta deseada por los que mueven los hilos de los títeres. ¡Ya estás otra
vez con la teoría de la conspiración! No hay otra. El poder no admite
intersecciones, lo tienen los que lo tienen porque se dedican con afán a
conseguirlo, a mantenerlo y a trasmitirlo. Volvamos a la sacrificada filosofía,
la convierten en un saber instalado a leguas del suelo y se lo atribuyen en propiedad a unos sesudos eruditos (a poder ser manejables) que andan continuamente
cavilando ajenos al mundo de las hipotecas y de los bocadillos de mortadela. Pensar es un lujo a la altura del un jet privado pero sin glamour.
¿Para qué sirve la filosofía? Una retahíla de teorías incomprensibles e inaccesibles que ingiere el cerebro como golosinas.Resumiendo, una pérdida de tiempo.
La filosofía fue secuestrada por la universidad
para disponer de lo pensado a lo largo de los siglos sin compartirlo con nadie.
Encriptó el saber y contaminó la conciencia colectiva con la patochada de que
pensar era cosa de sabios. Mis alumnos me tildan de filósofo a la que les
suelto cualquier argumentación mínimamente elaborada. Ellos prefieren no hacerse la olla o comerse el cabolo o
rayarse, no están para eso, están para disfrutar, para vivir el día y el
momento (carpe diem inscriben sin rubor en su estado de facebook) pero no para autoanalizar la
realidad que les circunda y que en muchos casos les hunde. Le atribuyen a los demás y a la suerte un peso específico excesivo y no sienten ningún aprecio por la responsabilidad propia en sus acciones
(guiadas por la razón o la sinrazón).¿Autómatas? Casi.
¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? Les
disparo como una metralleta de repetición. A todo lo que se menea, a todo lo
que no cae de cajón. Silencios, balbuceos. Lógico. La respuesta no está en el
libro, en la tele o en los amigos, está dentro de ellos y la tienen que pelar,
partir y comer. Se cansan, la falta de costumbre. Y los que mueven los hilos
llenando sus neuronas de basura y entretenimiento facilongo, desterrando la
filosofía a los confines de sus vidas, etiquetándola para lanzar a la papelera
de reciclaje. Lo importante es el pensamiento mecánico, reiterativo, el que los
deja desvalidos para poder intervenir en el circuito, para activar la posición
crítica, para pensar en la justicia y sus conjuntos.
Acabo con la reconversión de un eslogan: Dejad que
los niños se acerquen a la filosofía, bienaventurados los que lo hagan porque
por ellos cambiará su mundo (particular) y el mundo (general).
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