dijous, 5 de març del 2015

DE LO PARTICULAR A LO GENERAL



La filosofía debe ser callejera y mundana, de la contemplación directa de cada suceso podemos extraer gramos de pensamiento y posteriormente contextualizarlo culturalmente, amasarlo con los que nos precedieron en el pensamiento y extraer claves éticas con las que dar coherencia a nuestra existencia. En todo ese recorrido de lo particular a lo general hay un filtro que es el pensamiento crítico y que debiera modificar el circuito y sus piezas si los hechos no se corresponden con las ideas. 
No es tan fácil. Las cosas están como están porque hay otra vía que conduce a la inacción perfecta deseada por los que mueven los hilos de los títeres. ¡Ya estás otra vez con la teoría de la conspiración! No hay otra. El poder no admite intersecciones, lo tienen los que lo tienen porque se dedican con afán a conseguirlo, a mantenerlo y a trasmitirlo. Volvamos a la sacrificada filosofía, la convierten en un saber instalado a leguas del suelo y se lo atribuyen en propiedad a unos sesudos eruditos (a poder ser manejables) que andan continuamente cavilando ajenos al mundo de las hipotecas y de los bocadillos de mortadela. Pensar es un lujo a la altura del un jet privado pero sin glamour. ¿Para qué sirve la filosofía? Una retahíla de teorías incomprensibles e inaccesibles que ingiere el cerebro como golosinas.Resumiendo, una pérdida de tiempo.
Ryan Mrozowski

La filosofía fue secuestrada por la universidad para disponer de lo pensado a lo largo de los siglos sin compartirlo con nadie. Encriptó el saber y contaminó la conciencia colectiva con la patochada de que pensar era cosa de sabios. Mis alumnos me tildan de filósofo a la que les suelto cualquier argumentación mínimamente elaborada. Ellos prefieren no  hacerse la olla o comerse el cabolo o rayarse, no están para eso, están para disfrutar, para vivir el día y el momento (carpe diem inscriben sin rubor en su estado de facebook) pero no para autoanalizar la realidad que les circunda y que en muchos casos les hunde. Le atribuyen a los demás y a la suerte un peso específico excesivo y no sienten ningún aprecio por la responsabilidad propia en sus acciones (guiadas por la razón o la sinrazón).¿Autómatas? Casi.
¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? Les disparo como una metralleta de repetición. A todo lo que se menea, a todo lo que no cae de cajón. Silencios, balbuceos. Lógico. La respuesta no está en el libro, en la tele o en los amigos, está dentro de ellos y la tienen que pelar, partir y comer. Se cansan, la falta de costumbre. Y los que mueven los hilos llenando sus neuronas de basura y entretenimiento facilongo, desterrando la filosofía a los confines de sus vidas, etiquetándola para lanzar a la papelera de reciclaje. Lo importante es el pensamiento mecánico, reiterativo, el que los deja desvalidos para poder intervenir en el circuito, para activar la posición crítica, para pensar en la justicia y sus conjuntos.
Acabo con la reconversión de un eslogan: Dejad que los niños se acerquen a la filosofía, bienaventurados los que lo hagan porque por ellos cambiará su mundo (particular) y el mundo (general). 

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