Qué es un político sin escenario, sin atril y sin
palmeros. Qué es una política sin discursito y sin cámaras de televisión o
alcachofas de radio. Qué son un político o una política sin promesas, sin
cornadas al contrario y sin verborrea grandilocuente que nunca aterriza en el
precio del pan. Ya les respondo yo, casi nada.
Nos han tenido sufuciente con dos semanas de campaña, sin hacer caso a la resaca ya andan los artistas
discurseando con los resultados y preparando las próximas. Y venimos de ocho o diez meses del cacareado
fin del bipartidismo y de la nueva política. Y yo que no veo nada por ningún
sitio, discursitos vacuos por doquier con la única intención de confundir al personal para que al final ponga el voto donde menos debe.
¡Hemos entrado en un ciclo electoral! Lo gritan a
los cuatro vientos los analistas políticos a sueldo, los opinadores profesiones
o los tertulianos endémicos (lo pongo en masculino porque mayoritariamente así
es). Vocean como si llegara la peste cuando en el fondo les llega el marisco fresco.
Hacer ver que reflexionan sesudamente (o vulgarmente), apelan a la historia o
al ingenio, tanto da, a unas cifras volátiles que refuerza el bastón del que
les paga. ¿Y los ciudadanos? Pues… se distraen, se enervan, se exclaman, se
ríen, se duelen. ¿Y después? Casi todo igual. Ya se sabe, los políticos y sus
discursitos. Nos hemos acostumbrado a la ceremonia parafernálica de los que nos
gobiernan. Los nuevos, los renovadores, los que traen el champú anticaspa tampoco se pueden reprimir un buen discursito (una idea, repetirla, subir la voz poco a poco y esperar que estalle el público en comprados aplausos). Resumiendo, otros perros y los mismos collares, la puesta escena de toda la vida, el manido mitin político.
Imaginan que estuviera absolutamente prohibido por
ley. Que la campaña electoral fueran un período de sobriedad absoluta. Nada de
zarandajas, solo documentos firmados con las cifras de la gestión de los que
están el poder, repartidos en cada casa para ser estudiados con detenimiento.
Otros formularios para los aspirantes con lo que se proponen conseguir (avalado con
su patrimonio o con su renuncia en caso de no conseguirlo). Que los micrófonos
no pudieran amplificar sus mentiras porque estuvieran retransmitiendo verdades,
que los oídos destrozados de los ciudadanos descansasen una larga temporada de chorradas.
¿Aumentaría el paro? Sin duda. Que siga el
espectáculo pero que lo paguen otros.
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