divendres, 24 d’abril del 2015

CONFIGURANDO LA REALIDAD (y 4). La ortodoxia.



La vida continúa. Lo aconsejaban los psicólogos. Sea por lo que fuere, el miércoles, dos días después de la tragedia en el instituto Joan Fuster de Barcelona se reanudaban las clases. Una explicación plausible a lo sucedido (brote psicótico) devuelve a la manada a la tranquilidad. La institución escolar vuelve al redil y los padres sobrecogidos por el impacto retornan a sus trabajos o a sus subsidios. La manada familiar no puede esconder una preocupación por el niño asesino, ¿y si hubiese sido mi hijo? ¿No le dedico suficiente tiempo? ¿No controlo lo que ve y lo que hace en su cuarto? ¿Tendría que ir al psicólogo arregladesajustes? El profesor muerto ha desaparecido de las preocupaciones gracias al diseño perfecto de la realidad, desgracias suceden todos los días, un desafortunado accidente laboral. Sus compañeros se concentraron en la plaza de Sant Jaume, ya está, no se puede hacer más, la mala fortuna es incompatible con las responsabilidades. Se escuchan voces disidentes, incluso ácidas, pero no hacen demasiado ruido, no tienen demasiada fuerza, no inquietan, no paran la producción. Hay alguien que desde la planta veinte de un rascacielos contempla la situación, no hay peligro, la gran factoría de realidad continúa funcionando.


Ya no hay miedo exterior, no hay bárbaros que puedan venir de más allá de la frontera con nuevas cosmogonías. El comunismo ha sido erradicado (¿verdad, señor Castro?), todo el territorio es nuestro, funciona con las mismas claves de realidad. El único conflicto se produce entre monopolios de realidad. El yihadismo es una ortodoxia integrista que gana adeptos con facilidad, dibuja a sus súbditos una realidad que les gusta. Las religiones tienen toneladas de pintura para configurar realidades (culpabilidades, miedos, salvaciones, martirios,…). Los estados también (impuestos, multas, delitos, cargos, prebendas…). La familia y la escuela renuevan periódicamente los códigos de realidad. Los medios de comunicación (comprados obviamente) publican la realidad y esconden la inservible para establecer una ortodoxia perfecta.
Y piensen que esto que escribo lo hago desde dentro de la manada, cerca de la intemperie que marca la frontera de lo ortodoxo pero sin poder desembarazarme de los programas más resistentes que la manada me instaló desde el minuto uno. Qué pasaría si un buen grupo de disidentes a lo Matrix se decidiera combatir a los diseñadores de realidad y quisiéramos averiguar cuán de honda es la madriguera.
La ignorancia es la felicidad.

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