Desayunar un 14 de abril con Marhuenda comentando unas
declaraciones de Felipe González que establecía un paralelismo entre Podemos y
los extremistas que hicieron caer la Segunda República desde dentro es para que
se corte la leche, se rompa la taza y se me abra una úlcera ipso facto. El
ínclito vocero periodista se amparó en su limpieza de franquismo para poder
evaluar la República y concederle el apelativo de mito de la izquierda de este
país. Más corrosión para mi estómago. El expresidente, ahora abrazafarolas (¿no
es eso Pedro Sánchez?) camarada de referencia, está como siempre al servicio
del progreso, sí, sí, del progreso del capitalismo. Ha escuchado desde su
retiro dorado que se acababa el bipartidismo y ni corto ni perezoso se ha
arremangado para evitarlo. Demasiada mierda debajo de las alfombras como para
que lleguen el Coletas (clon de Aznar, para que luego digan que la guasa era de
Guerra) y se dediquen a difundir lo descubierto. Hay que echarle una manita a
Pedro y a los compañeros, al partido que ha transformado España y que
consiguió las mayores cuotas de bienestar (la evolución de los salarios revoca las triunfales tesis socialistas pero la gente no guarda las estadísticas), la
educación para todo el mundo y la corrupción para unos pocos (Roldán ahora
convertido en vedette de Sánchez Dragó).
Felipe el Misérrimo, el deseo de todo presidente
yankee, el que cambió el voto de una país atemorizado y que ahora vuelve a
hacer chistes con la llegada de otro Pequeñito si ganan los de Podemos,
no tiene caducidad. Después de que se hiciese pública la vida monacal que
disfruta en una de las puertas giratorias más sonadas de nuestro país, todavía
se atreve a manchar la memoria de la República con el único objetivo de taparse
las vergüenzas. Y pensar que yo pensé (normal a los 16 años) que este tipejo
traería el cambio y que me lo creí hasta casi la treintena (suerte de la
susceptibilidad de Mallard). Y pensar que los abueletes de izquierdas sienten veneración por este farsante y lo canonizan junto a su adlátere
Alfonso como si le debieran la pensión. Misérrimo.
La primera legislatura de Zapatero molesta y por
eso lo dejan mudo en el congreso municipalista, lo humillan a ver si deja de
pasear la ceja y lo que es peor, si se arrepiente toda la vida de marcarse unos
pinchos nocturnos con los parientes complutenses de Varoufakis. Fuera. Aquí
manda el sheriff Felipe y con un estilo más propios de José Luis Moreno que de
un expolítico experto deja vivo al plasmático Rajoy y se ceba con los de
extrema izquierda. Hemos descubierto hace cuatro días que es abogado y que
quiere defender a los represaliados venezolanos por el Diablo Maduro. Ese
altruismo, esa defensa de los derechos humanos contrasta mucho con su acción de
gobierno.
Hace poco entrevistaron a José Alcubierre en el
Intermedio, exiliado republicano superviviente de Mauthaussen. Pisoteado por el
Pequeñito (terminología González) y despreciado por la democracia y por el
líder populista sevillano (ningún interés por restituirles una dignidad
pisoteada). Muchos países pagan pensiones a estos luchadores por la democracia,
¿aquí?, ¡por favor!, si fuese por Marhuenda todavía le cobraban una tasa antirrevolucionaria.
Este luchador que vivió el horror nazi, con un hilo de voz que se quiebra por
la emoción, sigue confesándose republicano.
Solo por este testimonio, hoy, 15 de abril,
sigue luciendo un sol irredento que se junta con el rojo de la vergüenza y el morado de la esperanza para desterrar cuanto antes la bazofia misérrima. SALUD Y REPÚBLICA.
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